La guerra en Ucrania resucita el carbón en Europa, que aumenta su consumo ante la escalada del gas
SOMA-Fitag-UGT y CC OO recuerdan que, mientras se cerraban pozos asturianos, ellos pedían una reserva estratégica de este combustible autóctono
Es un problema que lleva años sobre la mesa y que ha ido ganando importancia a medida que las relaciones con Rusia se volvían insostenibles. ... Sin embargo, es ahora, con la guerra en Ucrania, cuando ha estallado. El 40% del gas que se consume en Europa llega de Rusia y el viejo continente tiembla ante la posibilidad de que ese suministro se corte. Sería una catástrofe para ambas partes. De ahí que las sanciones a Moscú no estén incluyendo el gas y que Putin no haya cerrado el grifo. Necesita el dinero para financiarse. Sin embargo, la espada de Damocles está sobre Europa y ya se trabaja, aunque con retraso, en intentar reducir su dependencia. Hasta ese momento, países como Alemania ya plantean una salida más lenta del carbón de su mix, según aseguró esta semana el ministro de Economía, Robert Habeck, mientras que el primer ministro italiano, Mario Draghi, anunció poco después de que se iniciara el conflicto que estudia la reapertura de las centrales térmicas de carbón.
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España es menos dependiente del gas ruso, en parte, por su falta de conexión con el resto del continente, pero también por su alto número de regasificadoras -seis en funcionamiento, más la de Gijón, parada- y por el suministro que llega desde África. A pesar de que desde noviembre está cerrado el gasoducto Magreb-Europa, debido al conflicto entre Marruecos y Argelia, la península Ibérica tiene un riesgo mucho menor de desabastecimiento, pero sufre de igual manera los precios disparados derivados de la alta demanda, que ya se dejaron notar el año pasado, y de la incertidumbre que acecha al norte de Europa.
En este contexto, en 2021 se pusieron en marcha de nuevo algunas térmicas que se había decidido desmantelar, como la de As Pontes, en La Coruña, o el grupo de carbón que queda en la central asturiana de Soto de Ribera. En ambos casos, ya están cursadas las solicitudes de cierre. Con la actual situación, el carbón gana competitividad frente al gas, pero, sobre todo, ofrece una mayor garantía de suministro.
Mientras, SOMA-Fitag-UGT y CC OO en Asturias recuerdan que ellos han defendido durante años la necesidad de mantener una reserva estratégica de carbón, como único combustible fósil autóctono. «Hoy nos estamos acordando y echando de menos no haber asegurado aquel demandado 7,5% del hueco térmico para el carbón nacional», señala el secretario general del SOMA, José Luis Alperi.
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Tras el cierre de los pozos Carrio y Santiago, en diciembre de 2018, solo se mantiene la actividad extractiva en el San Nicolás, en Mieres, el último yacimiento bajo tierra del país que se explota. Y lo hace, en parte, debido a la pandemia, que ha retrasado la conversión de la central térmica de La Pereda en una planta de biomasa, porque los planes iniciales pasaban por que se hubiera dejado de sacar carbón el pasado mes de diciembre.
«No se trata de mirar atrás, pero cuando defendemos un pacto de estado por la energía, donde todos los combustibles tuvieran cabida, cada uno en su justa medida, estamos defendiendo la igualdad, autonomía y soberanía energética en Europa, como ahora comprobamos que hacen todos los países», insiste también, para criticar a renglón seguido que Europa «invente una taxonomía verde que, para nosotros, no deja de ser más que un eufemismo sobre un acuerdo entre 'lobbies' energéticos», ya que considera sostenibles al gas y a la nuclear. Su pacto de estado incluye transformar Hunosa en una empresa energética pública, que ayude a contener los excesos del mercado; lograr «la puesta en marcha de la regasificadora de El Musel, infraestructura singular e indispensable», y potenciar la eólica marina.
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En CC OO, la visión sobre el carbón es similar. «Desde el sindicato nos hemos hartado de denunciar la dependencia energética que tenía España de países como Rusia o Argelia, con una situación geopolítica complicada», se lamenta el secretario general de la sección sindical de CC OO en Hunosa, Adrián Miguel Pérez, que defiende que España debería buscar cierta soberanía energética. «Pero se echa de menos que no tengamos nada. Nos hemos convertido en los tontos que enarbolamos la bandera verde, en Alemania son más listos», asegura, sobre un país que aborda la transición energética sin prescindir aún del carbón. De hecho, en 2020 puso en marcha una central térmica nueva.
Las reservas de este combustible fósil en Asturias y León darían para 150 o 200 años. El problema es el coste de extracción y las emisiones que produce. De ahí que, CC OO defendiera, al menos, seguir explotando las minas a cielo abierto hasta que hubiera una alternativa en forma de renovables, pero no cerrarlas antes de que esto sucediera. «Pero tenemos un Gobierno de ecologistas radicales y habría que tener altura de miras», insiste, aunque está convencido de que «no van a dar marcha atrás».
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Lo que parece estar claro es que hoy en día Europa está más lejos de decir adiós al carbón que antes de esta guerra, pero incluso sin el conflicto, ya se había percibido una marcha atrás en la tendencia de ir reduciéndolo paulatinamente.
Así, según el estudio Rystad Energy, la generación eléctrica con este combustible fósil se incrementó en Europa por primera vez en casi una década en un 18%, de 470 teravatios-hora (TWh) en 2020 a 579 TWh en 2021.
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Este informe, previo al inicio de la guerra, ya advertía de que si persistían los altos precios del gas o se materializaba un conflicto militar entre Rusia y Ucrania, la generación de carbón podría aumentar un 11% en este 2022, hasta alrededor de 641 TWh. Se rondaría la cifra de 2018.
«Componente crítico»
«El carbón sigue siendo un componente crítico de la combinación energética, especialmente cuando se cuestiona la confiabilidad de otras fuentes de energía, y es poco probable que eso cambie en el futuro inmediato», asegura el jefe de investigación de Mercados de Gas y Energía de Rystad Energy, Carlos Torres Díaz.
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Según el informe de la Agencia Internacional de la Energía, en el que repasa las cifras de 2021, el año pasado el aumento de la producción de electricidad a partir de carbón ya se elevó a nivel mundial un 9%. En España, el aumento se situó en casi un 3%, al escalar hasta 4.942 GWh desde los 4.799 GWh del año precedente.
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