La subida de la electricidad dispara la factura de AZSA hasta suponer más de la mitad de sus costes

El año ya empezó mal con el temporal Filomena, que disparó los precios en enero, pero no ha ido a mejor. Abril registró el coste de la luz más alto de la historia para un mes en el que suele ser moderado. Se elevó por múltiples factores, como el aumento de la demanda por la recuperación o el encarecimiento del gas y de los derechos de emisión del CO2. En esta coyuntura, los 73,64 euros por megavatio hora que asume la gran industria de la región, frente a los 35,16 de Francia o los 47,38 de Alemania –según el último barómetro de la Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía–, suponen un enorme lastre que desploma su competitividad en los mercados globales. Para AZSA es, sin duda, el factor que más impacta sobre sus resultados.

Las empresas miran al Gobierno en busca de una solución que no llega. De hecho, sus ambiciosos planes de descarbonización son otra espada de Damocles para el sector, que ya ni siquiera puede esperar el ansiado estatuto para las electrointensivas. Una vez aprobado, las ayudas apenas permiten una rebaja de 0,54 €/MWh, mientras se ha acabado con el servicio de interrumpibilidad que ofrecía la gran industria y que llegó a suponer una retribución de 700 millones de euros anuales, superior a todas las partidas que incluye el estatuto, que además se ha abierto a muchas más empresas, para las que el coste eléctrico no es vital.

Desde el Ejecutivo se defiende, sin embargo, que la entrada de renovables en el mercado conllevará una caída de los precios. Sin embargo, esta es solo una parte de la factura, aproximadamente la mitad, ya que el gran diferencial se encuentra en los costes regulados (peajes, incentivos a las renovables...) y en los impuestos y otros costes fijos. En todos esos casos en España se paga más, mientras que las compensaciones por los costes indirectos del CO2 son menos de la mitad que en Francia o Alemania (hay una rebaja de 6 euros MW/h por 13 en estos países, donde se alcanza el máximo que permite la UE).

Por el camino ya se ha quedado una de las tres hiperelectrointensivas con las que contaba Asturias, Alcoa, mientras que AZSA, con casi un millar de trabajadores en plantilla, y Arcelor, con alrededor de 5.000, pero un peso mucho mayor como motores de empleo y actividad, advierten de la necesidad de que se elimine la brecha con esos países.