«Las Danzas es un vino hecho por mujeres»
Carmen Martínez, propietaria de la bodega Las Danzas ·
La bodega más reciente de la DOP de Cangas es el paso al frente de una vendimiadoraLa bodega más joven de la DOP Vino de Cangas, Las Danzas, es fruto de una pasión por la tierra heredada generación tras generación. El amor por las vides, su cuidado y su heróico cultivo y recolección arranca con el abuelo de Carmen Martínez. Ella, que se crió corriendo entre cepas y ayudando, entre travesuras y juegos infantiles, a su padre, asumió después las tierras y se enamoró del fruto. Recolectó para otros, trabajó en bodegas ajenas y superada con holgura la barrera de los cincuenta dio el salto hacia la creación de sus propios vinos, que llegaron al mercado en septiembre de 2019.
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-Emprender con casi sesenta tiene su mérito.
-Tienes que tener mucho valor. Mucha gente me lo dice pero cuando tienes tus propias viñas tienes que tirar para adelante. Trabajábamos para otras bodegas pero no siempre cumplen como deberían... Yo además había trabajado en la cooperativa de Bodegas del Narcea. Me enganché al vino, a su producción... Siempre me echó para atrás la comercialización. Tener que ir de puerta en puerta vendiendo no me gusta, pero llegó un momento en que decidí dar el paso, impulsada, además, por circunstancias ajenas a las cepas. Trabajaba de cocinera en un hotel que cerró, así que pensé que era el momento.
- Lleva toda la vida entre vides.
-Cuando era niña ayudaba a mi abuelo. Después le tocó a mi padre trabajar la tierra. Se hizo mayor y, antes de abandonar las viñas, nos preguntó si queríamos encargarnos de ellas. Era 1997. Hablé con mi marido, que era minero y ya no trabajaba, y decidimos que sí. Ver la transformación de la naturaleza te engancha, como cuidas una planta, la podas y da sus frutos. Comenzamos a comprar parcelas de alrededor. Pasamos de un finca de 1.500 metros a las tres hectáreas.
-El suyo es un trabajo duro.
-En una visita, alguien me preguntó: ¿cuántas veces echas mano a cada planta? Pensé que era un pregunta rarísima pero me hizo reflexionar. Hay cultivos que los siembras y prácticamente se dan solos. La vides son complicadas y más en las condiciones en las que trabajamos en la zona. Podar, quitar chupones, enramar, deshojar, sulfatar, vendimiar... Tienes que estar continuamente haciendo cosas y vigilando que no cojan enfermedades.
-¿Cuántas horas suma su jornada laboral?
-Eso no se cuenta, pero de ocho de la mañana a ocho de la noche, seguro. Gestionamos todo entre mi marido y yo, desde el nacimiento y recolección de la uva hasta la producción en bodega.
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-No es común ver a mujeres al frente de una bodega. ¿Es un sector masculinizado?
-El nuestro es un vino hecho por mujeres. Contraté a una enóloga para que nos ayudara en su desarrollo pero no lo hice porque fuera mujer. Simplemente surgió. Tampoco sentí, al trabajar casi una década en una bodega, que nadie me hiciera de menos y ahora tampoco.
-Hábleme de sus vinos
-Tenemos un alvarín blanco monovarietal y tres tintos: verdejo monovarietal, alvarín monovarietal y una mezcla de mencía y carrasquín. Todos pasan por madera con barricas de roble francés. Tienen cuerpo, estructura y en torno a 14 grados de graduación.
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-¿Qué necesita el vino de Cangas para consolidarse?
-Que todo el mundo haga las cosas muy bien. Si seguimos esforzándonos en la calidad el tiempo nos dará lo que nos merecemos. Sí echo de menos en Asturias que la gente sea más patriota. Cuando vas a La Rioja bebes vino de allí, es lo que te ofrecen en los restaurantes. Tenemos que tirar más por nuestra propia bodega.
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