David Marcos: «Limés es una tierra trabajada con cariño, un diamante en bruto»

Aún no tiene 40 años (Cangas del Narcea, 1982) y ya está resucitando la bodega familiar, Obanca, junto a sus dos hermanos, Carlos e Isaac. Popular en la villa, este bodeguero no tiene pelos en la lengua

Bodegas Obanca sufrió un grave golpe con el fallecimiento, en plenas fiestas del Carmen, del padre de David, Carlos e Isaac. Tras un periodo de silencio obligado, su apuesta particular retorna al mercado.

-Vuelve Bodegas Obanca.

-Sí. Han sido años duros y complicados. Vamos a reconducir lo que sabemos hacer. Con pasión y una nueva imagen de marca.

-Fuera de la DO, pese a haber sido el presidente más joven.

-Es que no es nuestra batalla. Con 22 años me convencieron para ser el presidente... Y aprendí mucho de la vida. Cuando en 2011 nos echaron de la DO por no vendimiar en cajas, llevé mis vinos a la guía Peñín y nos pusieron 93 puntos a Castro de Limés y 92 a Chumés.

-¿Qué pide a la Administración?

-No los conozco. La nuestra es una empresa familiar pura y dura. Ninguna administración puede pedirme nada, porque yo no pedí nada a ninguna administración.

-Defíname Limés, donde tienen su mayor viñedo.

-Es una tierra trabajada con mucho cariño, escondida, un diamante en bruto. Es un viñedo entre los 400 y los 500 metros de altitud, orientado al sur y con mucha piedra, lo que hace que el calor se siga expresando tras el atardecer; está abonado con estiércol de oveja y con mucha pendiente, que favorece que el agua corra. Dejamos madurar la uva hasta muy avanzada la época de vendimia, y eso la mejora mucho. El cambio climático se nota mucho. Comparas el producto de estas viñas con las del Bierzo y es mucho mejor.

-Y tienen viñas de 150 años...

-Hemos conservado el legado familiar. Los tres hermanos tenemos la droga de seguir aguantando. Somos unos drogadictos y unos macarras del vino de Cangas, aunque mi mujer me riña. Sin miedo escénico: estos vinos tienen que triunfar, y yo, si digo que llego, llego.

-A favor tiene que...

-Que nuestros vinos son frescos y bien elaborados, con variedades muy peculiares. Y el entendido busca hoy cosas diferentes. Pero no hay que crecer por crecer, primero hay que fijar el mercado y tener la comercialización asegurada.

-Castro de Limés es su apuesta de calidad.

-Tenemos dos líneas. Una es Castro de Limés, la otra, La Descarga. Ahora está en el mercado la añada de 2017, en blanco y en tinto. El blanco es de cepas viejas de Albarín blanco, envejecido diez meses en barricas cedidas por bodegas francesas. Hacemos un 'batonage' sobre lías. Es un vino estructurado en varios niveles, con un toque de madera. El tinto es de cepas viejas de carrasquín, de viñedos en espaldera en suelos de pizarra, con 12 meses en barrica. Pisamos primero dos tandas de 200 kilos de uva y ponemos luego otros 350 o 400 kilos sin pisar. La uva va reventando y el mosto sale con más fruta y más aromas.

-¿Y cómo nota el mercado asturiano?

-Se nos recibe muy bien. Se entiende muy bien este vino. El primero que nos encontró y nos dio su apoyo fue Luis Alberto, de Casa Fermín, que está entendiendo muy bien lo que estamos haciendo. Con Roberto, de Masquetinto, estamos abriendo mercado. Aramburu está generando un gran proyecto para los productos asturianos. Y fuera estamos entrando en Madrid, Sevilla, Calpe, País Vasco, Cantabria y Galicia, así como en México. Es a través del mercado gourmet, restaurantes y tiendas especializadas. Es importante colaborar con Asturex en misiones comerciales en Francia, Bélgica y México, y mucho internet.

-¿Qué vinos admira, fuera de Cangas?

-Me gustan los de Canarias, en particular los de Suertes del Marqués, de Jonathan Pérez. En la Ribeira Sacra, Algueira y Guimaro. Y los proyectos de Álvaro y Ricardo Palacios con Pétalos del Bierzo.