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Arnaldo García

La sidra de Asturias, parada obligada en 'La vuelta al mundo en 80 bebidas'

La bebida asturiana aparece en un original atlas que se acerca a la historia de los pueblos y los territorios a través de sus caldos tradicionales

EL Comercio

Gijón

Domingo, 13 de diciembre 2020, 12:52

De la cerveza belga al whisky japonés, pasando por el Anís del Mono, la brennivín islandesa y la sidra de Asturias. Así es la «vuelta al mundo en 80 bebidas» que proponen Jules Gaubert y Adrien Gant Smith, autores de un atlas que presenta la historia de los pueblos y territorios que hay detrás de cada bebida tradicional.

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Gaubert y Smith, amigos desde la universidad que trabajan juntos desde hace cinco años, ya crearon 'La carta de vinos, por favor' (2018), un atlas de las regiones vinícolas del mundo, al que sigue ahora 'La vuelta al mundo en 80 bebidas', ambos publicados en España por Cinco Tintas.

El libro empieza con una introducción gráfica a la historia del alcohol, que abarca desde el año 10.000 aC. hasta la actualidad, para posteriormente dar paso a las entradas de cada bebida, que incluyen la historia de su elaboración, consejos para degustarla, su localización en el mapamundi y datos de interés como la graduación alcohólica, la producción anual y el precio aproximado de una botella.

Los checos son los mayores consumidores de cerveza per cápita, y algo debe tener que ver que en su territorio se encuentre la ciudad de Pilsen; que hacen falta 10 litros de vino para producir un litro de coñac, o que el tej etíope es una de las bebidas alcohólicas más antiguas de la humanidad son algunas de las curiosas revelaciones que los autores incluyen en cada bebida.

'La vuelta al mundo en 80 bebidas' permite conocer el origen de cada una de ellas, así como la increíble creatividad del ser humano que, de Benín a Corea, o de Bolivia a Noruega, ha logrado crear elixires únicos vinculados a las características de cada lugar y que se han convertido en símbolo nacional.

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Los primeros vestigios de fermentación se registran hace 12.000 años en Oriente Medio, los primeros restos arqueológicos de fermentación de mosto se sitúan en Georgia en el año 6.000 aC; en el 4.000 aC aparece en Mesopotamia una cerveza llamada 'sikaru', ancestro de la lambic; y sólo 500 años después se tiene constancia de un alambique en la región que hoy ocupa Iraq.

Curiosamente, en el siglo VIII el sur de Francia descubrió el alambique cuando los árabes ocuparon el suroeste galo, pero será el oporto portugués el primer vino del mundo que consiguió una DOC en 1756.

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En esos hitos de la historia, ya en el siglo XXI, China se convirtió en 2014 en la segunda región vinícola más grande del mundo, aunque España sigue siendo la que tiene la mayor superficie de viñedo del mundo; y en 2016, la cerveza belga entró en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco.

Sabores ancestrales

Gaubert y Grant Smith proponen un viaje imaginario por esos caldos a través de todo el mundo, aunque la mayor concentración tipológica se ubica en la Europa occidental, donde conviven los vinos de Burdeos, Borgoña, el Riesling, el del Piamonte y el de Toscana, el vermut, el Calvados, la ginebra, el whisky, el champán, la absenta, el coñac, el kirsch, el amaretto, la grappa, el campari, el pastis.

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En la península Ibérica ese itinerario pasea por el vino de Rioja, la sidra de Asturias, el orujo de Galicia, el vinho verde y el Oporto portugués, el jerez, el cava y el Anís del Mono.

La primera constancia documentada de producción de aguardiente de orujo en Galicia es del siglo XVII y dos siglos después curiosamente se prohibió hacer orujo en toda España.

En 1870, en Badalona los hermanos Vicente y José Bosch fundaron una destilería para producir un licor de anís, el equivalente español del pastis francés, que se hizo muy popular no solo en España sino también en Latinoamérica, hasta el punto de que Picasso, gran amante de esta bebida, pintó dos veces la botella de cristal en cuadros en 1909 y 1916; y Dalí y Juan Gris también se inspiraron en esta botella que imitaba un frasco de perfume de la Place Vendôme.

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El colonialismo europeo llevó en muchas ocasiones la producción a la geografía americana, como testimonian la sidra de hielo de Quebec, el Bourbon de Kentucky, el vino de California, la cerveza de Estados Unidos, el ron del Caribe, la cachaça brasileña, así como los vinos de Chile y Argentina, el singani de Bolivia, el pisco sudamericano -Perú y Chile se disputan su invención- o el guaro de Costa Rica.

En otras ocasiones el origen de las bebidas es ancestral como es el caso del mezcal de México, obtenido a partir del ágave.

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