La artista Valle García, en el taller gijonés donde elabora vajillas utilitarias completas. JESÚS MANUEL PARDO

«Esta vajilla completa la experiencia 'gastro' dándole más viveza»

El cocinero recurre a ella porque quiere acoplar mejor una salsa o porque los platos clásicos deslucen la presentación y la artista elabora piezas ex profeso

Sábado, 7 de septiembre 2024, 02:00

Valle García se encarga, en Cabueñes, Gijón, de hacer soportes cerámicos para restaurantes de la región, Madrid, Barcelona y América. Al comienzo de cada nuevo proyecto «hay una escucha de la que surge una necesidad que se torna en materia», explica. Su trabajo es manual y en el proceso emplea materiales naturales porque «la tierra también cuenta historias». En Asturias ha encontrado su particular paraíso esta zamorana, que demuestra que la experiencia gastronómica empieza en la vajilla.

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–¿Por qué escogió Asturias para contar Historias de tierra?, ¿cuándo surge el proyecto?

–Nació en Asturias en la pandemia, aunque llevaba gestándose desde 2016. Yo soy de Benavente, un pueblo de Zamora, pero aquí están las raíces de mi familia porque mis abuelos por parte materna eran de Asturias. Me he movido mucho: hice Bellas Artes en Cuenca, viví en Madrid y en muchos países de Europa y pasé muchos años en Panamá. Cuando volvimos, porque la familia ya quería estabilizarse en España, me fue muy complicado regresar a Madrid. Necesitaba verde, tierra y montaña; Asturias tiene todas esas sensaciones que mi proyecto necesita. Se llama Historias de tierra porque utilizo materiales de la naturaleza de modo inspirador y nunca que puedan dañar el medio. Esta tierra es muy rica en manganeso, hierros... El único hándicap es la humedad, que es alta y hace que las piezas tarden más en secar, pero es parte del camino.

–¿Qué materiales utiliza?

–Las pastas cerámicas se componen siempre de lo mismo. Son silicatos, entonces los ceramistas las conseguimos dependiendo de la temperatura en que las cocemos y de la forma que le demos. Casi todo lo que yo trabajo es gres, un tipo de pasta que es muy rica en feldespatos y cuarzo y tiene un punto de fusión más alto que la arcilla común.

–¿El acercamiento a restaurantes y hoteles fue buscado o fruto de la casualidad?

–Todas las historias empiezan a fraguarse por una razón. Mi pareja es cocinero y en la ciudad de Panamá llevábamos juntos dos restaurantes. Pero mi formación es artística, así que empezamos a combinar su labor y mi sensibilidad en la manera de presentar las creaciones. Nos dimos cuenta de que había un nicho de mercado.

–¿Para reforzar la idea de que primero comemos con los ojos?

–Completamos la experiencia gastronómica dándole un 'twist' de viveza. Estos cocineros hacen un esfuerzo muy grande utilizando materias muy nobles y quieren ver sus creaciones presentadas en elementos que no solo entren por los ojos, también que apetezca tocar; así parece que han salido de la cocina creadas junto con el plato. Se trata de pasar de los ojos a las manos, pues hay un exceso de 'postureo' y yo quiero ir más allá. Mis cerámicas no son como los cuadros de los museos. Animo a usar más sentidos, que los tenemos aletargados.

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–¿Cómo es el proceso de creación?

–Normalmente el cocinero ya tiene una inquietud, quiere ir más allá o acoplar mejor una salsa o determinados elementos del plato porque lo que tiene no sirve o se desluce. Yo les pregunto qué quieren que pase en su mesa: que brille, que se enmarque... Voy eligiendo materiales que tienen una significación para él y siempre trato de enmarcarlos en su tipo de cocina o en el espacio.

–¿Cómo es luego su trabajo?

–Primero hay que elegir el lenguaje: casi todo lo que hago es a mano y el torno lo utilizo mayoritariamente para cuencos. Elegido el proceso, decidimos si queremos que sea lisa o haya volúmenes, alturas... Antes lo dibujamos y sacamos una maqueta. Después empezamos con el amasado y la mezcla de los minerales. Para colorear utilizo metales: el hierro da rojos-marrones, del cobre salen verdes y del cobalto, azules. Aunque la mayor parte son claras porque son como lienzos en blanco que tiene que dibujar el cocinero. Y las piezas pasan por el horno...

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–Contribuye a una experiencia aún más exclusiva...

–El cliente cada vez es más exigente. No me dirijo al mercado del lujo, sino a personas inquietas. Hablamos de piezas que son eternas si se cuidan bien, pero con mayor durabilidad que la loza industrial. No es cuestión de dinero; dos o tres euros más en la compra no se notan, pero sí te dan identidad.

–¿Con qué clientes trabaja?

–Muchos restaurantes y hoteles rurales de Asturias, pero también tengo clientes en Florida, Latinoamérica, Madrid y Barcelona, que son las ciudades que tienen más restaurantes con vajillas clasificadas. Y cada vez más gente anónima se preocupa por tener piezas así. Por eso siempre tengo en el taller una exposición donde mirar, tocar y comprar y también recojo sus encargos. No es comprar por comprar, es tener las piezas que necesitas y ayudar a la artesanía local.

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