Hugo F. S. prepara la comida a su madre, Ana María, en su domicilio.

«Me mata la idea de tener que irme y dejar aquí a mi madre incapacitada»

La Policía obliga a un agente a regresar a Ibiza pese a ser el tutor de su progenitora

PALOMA LAMADRID

Jueves, 7 de julio 2016, 00:55

«No puedo conseguir que se cure, pero sí darle una vida digna». Así habla Hugo F. S. de su madre, que un juzgado gijonés declaró incapacitada absolutamente hace dos años. Desde entonces, este joven de 35 años, agente del Cuerpo Nacional de Policía, es su tutor legal. Vela noche y día por su bienestar, ya que padece «un trastorno depresivo mayor recurrente con síntomas psicóticos» y otro de «angustia comórbido y deterioro cognitivo leve». Diagnóstico que forma parte del informe realizado por un prestigioso psiquiatra con consulta en Oviedo, que es mucho más extenso y que detalla las dificultades que tiene esta mujer, Ana María, de 68 años de edad, para afrontar una rutina diaria.

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Por si esto fuera poco, la división de Personal de la Policía le acaba de notificar que tiene que regresar a Baleares. Hugo tiene plaza de funcionario policial en Ibiza, adonde se desplazó desde Gijón, su ciudad natal, tras realizar las prácticas en la comisaría de El Natahoyo. Pero tuvo que regresar hace dos años debido al mal estado en el que se encontraba su madre. «Estaba casi muriéndose. Dejó de entrar en el resto de habitaciones del piso y no salía de la cama. Apenas comía y tenía llagas en la llagas en la espalda», explica el agente. Decidió entonces solicitar una comisión de servicio -autorización para desempeñar su trabajo temporalmente fuera de su puesto habitual- para cuidar de ella.

La división de Personal le denegó el permiso cuatro veces. Finalmente, desde Madrid se dio el visto bueno a la petición y Hugo regresó a casa. Cada varios meses (no había un plazo fijo), tenía que renovar la solicitud y adjuntar la documentación pertinente, que incluía informes médicos sobre el estado de la paciente. Pero la última fue considerada no procedente y mañana cesará su estancia en la comisaría gijonesa. A partir de entonces, tendrá ocho días para incorporarse a su plaza, en Ibiza. «Mi madre no es un ordenador; no puedo cogerla y transportarla», subraya el policía.

Perder el piso

De hecho, los psiquiatras que tratan a Ana María desaconsejan su mudanza a la isla. Tampoco su ingreso en un centro. «No se recomienda una convivencia en una residencia o con terceras personas que no sean de la confianza de la paciente, ya que pudiera agravarse el proceso de deterioro actual y favorecer la evolución a una demencia», tal y como especifica el último informe. Un problema añadido es el tema de la vivienda. Y es que la mujer, que está separada, vive en un piso en calidad de usufructuaria. Su hijo teme que, si ella abandona su hogar, se quede sin techo. «Si me la llevo y me pasa algo, se queda en la calle», apunta. La enfermedad mental se manifestó cuando Hugo estaba en Ibiza.

Al segundo año de estar allí, comenzó a percibir que algo iba mal. Su madre padecía depresión desde tiempo atrás, pero su salud mental comenzó a deteriorarse a pasos agigantados. Creía que alguien la perseguía constantemente y tenía alucinaciones que le producían gran angustia, visiones que se mantienen hoy en día. Meses después, el gijonés pidió la comisión de servicio porque la situación era insostenible. A los 15 días de instalarse en Gijón, Ana María intentó quitarse la vida. Por fortuna, la dosis de pastillas que tomó no alcanzaban la toxicidad suficiente como para provocarle un perjuicio grave.

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A cargo de su tía

«Si me voy, se va a perder todo lo ganado en estos años», asegura Hugo. Y es que la mejoría de su madre desde que él está aquí es significativa. El panorama se ha complicado aún más, ya que también ha tenido que hacerse cargo su tía materna, de 88 años, «que no puede ni levantarse para ir al baño». Cuenta con la ayuda de una mujer para hacer la comida y algunas tareas domésticas, pero el resto del tiempo se ocupa solo de ambas. Denuncia que la denegación del permiso para permanecer en Gijón es una «medida discrecional» y no le han dado motivo alguno. «Me mata la idea de tener que irme y dejar aquí a mi madre incapacitada», indica. Su abogado prepara el recurso para intentar evitar su traslado a la isla.

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