La calle Domingo Juliana sufría problemas de pavimentación.
1972. Hace 50 años.

Un barrio a retales

No pocos problemas se pusieron sobre la mesa en la reunión de los representantes de las familias de La Calzada con el Ayuntamiento

En La Calzada quedaba todo, o casi todo, por hacer. Tanto, que los problemas gestionados por la Asociación de Cabezas de Familia del barrio gijonés ... se acumulaban en los cajones de las administraciones hasta hacer desesperar a muchos de sus socios. Hace hoy cincuenta años, para calmar los ánimos, recordaba la asociación en páginas de EL COMERCIO «que la misma no era un órgano ejecutivo» que pudiera arreglar 'ipso facto' los muchos problemas que aquejaban el barrio, sino que ejercía un papel intermediador con el Ayuntamiento. Y este, porque ya se sabe que las cosas de palacio van despacio, se tomaba su tiempo.

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Conste a favor del consistorio que no todo podía arreglarse de la noche a la mañana. Se quejaban las familias, por ejemplo, de la acumulación de accidentes en las calles Brasil y Gran Capitán, con poco control por parte de «las patrullas de vigilancia municipal» y escasas señales de limitación de velocidad. Faltaban pasos de peatones en la Avenida de Galicia, «porque los vecinos de dichas calles han de ir a cruzar la citada avenida por el paso de Cuatro Caminos», y, si cabe aún más preocupante, faltaba un servicio médico de urgencia. «El que cubre el Ambulatorio de Gijón es insuficiente y, además, lento, al tener que desplazarse primero a llevar las cartillas en horas en que no se encuentran medios de locomoción».

Preocupaba también la posibilidad que los terrenos de la Fundación Rato, previsiblemente los correspondientes al futuro parque del Cerillero, fueran finalmente destinados a viviendas; y tampoco se querían estas, por formar un muro que hacía muy difícil la conexión entre lugares, en la calle Méjico. Y más: un año hacía «que el servicio de limpiezas no ha pasado por la calle Honduras»; la calle Domingo Juliana estaba sin asfaltar tras las obras de urbanización habidas en la zona y, por supuesto, el problema principal seguía oliendo desde lejos... literalmente. «Los vecinos ya se están cansando de tanto esperar», decíamos, a que el Ayuntamiento tomase medidas con el eterno asunto de la pellejería, que ni falta hacía explicarlo por ser más que conocido. ¿Quién daba más?

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