España, ¡qué conflicto!
EL COMERCIO dedicó su portada a la crisis que aquejaba al país, sumido en guerras, conflictos sociales y un sinfín de problemas
Martes, 1 de noviembre 2022, 00:27
Todo, o al menos lo principal, lo había adelantado ya en su lecho de muerte, escasos años atrás, el rey Alfonso XII. Según cuenta EL COMERCIO de hace 125 años, el monarca, «al entregar su alma al Creador, acordándose de su querida España, exclamaba: ¡qué conflicto!». Pocas formas mejores para definir lo que le aguardaba al país en los postreros años del siglo. «Todas las calamidades que pueden amenazar a un pueblo son las que hoy invaden a la nación española», asegurábamos: guerra, hambre, crisis, incertidumbre. ¿Quién daba más? En Cuba, decíamos, «la sangre de nuestra juventud riega aquellas tierras, sin provecho hasta el presente para nuestra nación»; en Filipinas no se veía un próximo fin, y con Estados Unidos la cosa estaba tensa, presa de «roces diplomáticos (de los que) puede estallar la guerra entre ambos países; guerra criminal entre hombres exaltados y nuestras autoridades».
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Guerra, guerra, guerra. Y autoridades que se empeñaban en promoverla, atreviéndose «a reclutar gente y hacer aprestos de armas con el fin de volver a invadir nuestras provincias, al infame grito de guerra, para asesinar nuestra juventud y sembrar el terror en todos los pueblos y por lo tanto la paralización del comercio, d e la industria y de la agricultura». ¿No habíamos, acaso, aprendido lo suficiente? No hacía tanto, se recordaba, que «los vapores que hacían escala entre Gijón y Bilbao se presentaban ante nuestros ojos con las chimeneas agujereadas por las balas, y los capitanes y timoneles tenían que ir resguardándose en unas garitas que expresamente se hacían para librarles de una muerte segura».
Todos aquellos males de la 'pobre España' de 1897 tenían, aseguraba EL COMERCIO, fácil solución: que nos metiéramos... cada uno en lo nuestro. «Si todos nos dedicásemos al trabajo, cada cual en su esfera, si todos tuviéramos verdadera fe religiosa y verdadero cariño a la familia, sería punto menos que imposible que hubiera gentes tan perturbadoras y tan mal avenidas consigo mismas para lanzarse al crimen, al robo y a la guerra, sin más razones que las que engendran la vagancia y los vicios». Pues a ello.
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