Espicha sin sidra ni gaita
Los soldados asturianos del Regimiento Tarragona celebraron en pleno Beni-Arós una fiesta asturiana. Eso sí, con ciertas limitaciones
De algún modo había que paliar la nostalgia. Y es mucha la que se tiene cuando tantos kilómetros separan la tierra natal de uno de ... un destino obligado y triste por lo demás. En 1922, la palma se la llevaba Marruecos. Seguía la guerra, seguían las limitaciones y los soldados asturianos del Regimiento Tarragona añoraban Asturias. De modo que nadie protestó cuando el coro asturiano, «formado por todos los mismos que guarnecen Muñoz-Crespo, después de breves y repetidos ensayos», decidió festejar al capitán y a los oficiales... como excusa para recordar Asturias. Y EL COMERCIO lo contó. «Después de una suculenta fabada, en la que solo ha faltado el rico jugo del país y hacia las nueve de la noche, comenzó la serenata, en cuyo programa solo figuraban canciones asturianas».
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Natural. Y muy bien cantadas, además, por Pepín Viesques y por «el amigo Guez, que en sus canciones ha puesto todo el fuego de su alma, pues más que cantar parecía estar elevando al cielo una plegaria. Sentimos la nostalgia de la gaita», dijimos, porque claro, de eso tampoco abundaba en Marruecos (y van ya...) Pero no importó. «Gijón entero, Asturias toda, ha estado representada en la fiesta asturiana celebrada en esta posición de Beni-Arós». Hasta las novias. «¿Cuánto daría la tu neña por vete?», cuentan que se decían los soldados unos a otros. «¿Y si te viera la tu 'taranga'?» «Todos, o la mayoría que han dejado su novia en Gijón, mientras cantaban, se les representaba ante su vista, y al cesar de hacerlo, la veían, tristemente, perderse en el espacio tras el eco de las canciones».
Así, hasta bien entrada la noche. No se detuvo la espicha hasta la una de la mañana, cuando, para despedir la fiesta, se cantaron también «varias gallegadas en obsequio a nuestros compañeros de Galicia. Y, por último, se entonó el 'Guernikako Arbola' en honor del querido amigo Embil». Corrió el licor, se fumaron cigarros y alguna lágrima cayó. A las pocas horas, de vuelta al servicio... con sus bajas correspondientes. «Ninguno de los cantadores ha podido hacerlo». Una noche dura en todos los sentidos.
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