Gélida ciudad sin Carnaval
Un texto publicado en EL COMERCIO asoció las nevadas con la ausencia de las fiestas, prohibidas desde el final de la Guerra Civil
Viernes, 24 de febrero 2023, 00:12
Es cosa conocida que al ganar la guerra los sublevados prohibieron las fiestas de Carnaval en todo el territorio español. En Asturias, y en Gijón, ... donde la afición había sido grande, también. Los motivos, como en tantas otras cuitas, tuvieron que ver con un particular concepto de la moral que ahora, con todo Gijón bajo el manto de nieve causado por el temporal que comentamos hace unos días, se volvía a recordar. Un tanto, o un todo, metafóricamente, asoció así EL COMERCIO la una cosa con la otra. «En esta época, algunas veces nos visita la nieve», leemos en nuestro ejemplar de hace hoy 75 años. «Nadie sabe ciertamente a qué vino y a qué viene, si a presenciar nuestros festejos de Carnaval o para limpiar lo que en ellos había de sucio y chabacano».
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Y sigue. «Aquellos carros de tiznados amigos de Baco, aquellos grupos de andrajosas máscaras y aquellas ridículas vestimentas estaban demandando que la albura de la nieve limpiara tal espectáculo de sucios protagonistas para echarlos de todos los lugares y no fuesen objeto de las sonrisas despectivas o de la chacota al contemplar aquellos seres humanos que hacían pensar en la teoría darwiniana», es decir, y al entender de la época y el lugar: en el mono. Pero hacía ya tiempo que la autoridad había prohibido a «los mascarones que faltos de impudia dejaban al desnudo un sentimiento reprobable y una afición a la suciedad».
¿Cómo, entonces, asociar una cosa con la otra? Eso mismo se preguntaba, quizás con cierta ironía destinada a esquivar la censura, EL COMERCIO. «¿A qué viene si las fiestas de Carnaval han desaparecido hace años? Se dirá que viene para dar paso a la primavera», pero el temporal no acababa de remitir, afectando, por tanto, a los comercios locales. «Tiempo de nieve», decíamos, y de posguerra. «No lo hay peor, porque a través de él vemos tiritando a los niños cobijados en débiles y húmedas casuchas faltas de calefacción, que, unido a la alimentación escasa, pone un cuadro muy triste en muchos hogares de gente humilde carente de medios para hacer frente a tan riguroso clima». Se congelaban hasta las ideas del censor en aquellos días de invierno.
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