La gloria de Manolo Cervigón
A los 33 años, el centrocampista se preparaba para recibir un homenaje a toda su carrera futbolística en el Real Gijón
Su primera impresión deportiva en la ciudad fue «cosa suave y rodada, porque ya llevaba bastante tiempo en Gijón» -desde 1936- «yme había hecho a este ambiente tan simpático y tan cordial que me ganó de tal manera que hoy puedo considerarme como un gijonés más». Tanto era así que en aquella entrevista publicada hace ahora tres cuartos de siglo en EL COMERCIO reconocía que el momento «más culminante y más emocionante de mi vida futbolística» había sido el ascenso del Real Gijón a Primera. «Fue la alegría mayor que he tenido y quizá el instante en que me sentí más verdaderamente gijonés, puesto que la alegría de Gijón, después de tantos años de lucha y desengaños, es una página imborrable que nunca he de poder olvidar».
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Cervigón recordaba como al rival más difícil al Atlético de Madrid; al adversario más feroz Escolá, «por lo que juega y por lo que hace jugar a sus compañeros de equipo», pero ahora, a las puertas de su partido homenaje, se encontraba ante un rival que daba aún más vértigo: el paso del tiempo. «No había pensado nunca en lo que podía ser este momento», reconocía en nuestras páginas, «y en lo que podía significar en mi vida deportiva. Sin embargo, me ha causado honda emoción y verdadera alegría el ver cómo mucha gente ha respondido en torno a él». Gijón ya sería para siempre su casa. Aquí, también, murió en 1995. Un auténtico gijonés de adopción.
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