Así lo contó EL COMERCIO.
1922. Hace 100 años.

Héroes y villanos

Llegó a Gijón el cadáver del teniente González, muerto en Tazzi-Asa, en Marruecos. Aquí se celebraron el funeral y el entierro

Jueves, 10 de noviembre 2022, 00:20

Más de un año después de Annual la guerra seguía provocando muertos. Pero estos, a diferencia de los del Desastre, caían como un goteo incansable ... y en medio del silencio helado de un país cuyas entrañas comenzaban a revolverse por el expediente Picasso. Sin embargo, EL COMERCIO sí contó que el teniente Marcelino González Álvarez, gijonés de pro, de la Artillería e incorporado a la Policía indígena, había encontrado heroica muerte en Tizzi-Asa, y que ahora, transportado desde el norte de África, habría de recibir digna sepultura en la ciudad. «A la nueve de la mañana de ayer se celebraron en la iglesia parroquial de San Lorenzo solemnes funerales por el alma del teniente de Artillería», dijimos, cubriendo, en portada, un duelo para el que fuera cuñado de Romualdo Alvargonzález.

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La noticia, como es natural, había causado conmoción, y, por tanto, los funerales fueron populosos. «Mucho antes de la llegada del correo en el que venía el cadáver del heroico teniente don Marcelino González y Álvarez, numeroso público invadía la plazoleta de la estación del Norte y los andenes interiores. En dicha plazoleta esperaba al cadáver, a quien rendirían honores, una sección del Regimiento de Tarragona, con escuadra de gastadores, banda de cornetas y tambores y la música del regimiento». La foto del fallecido se publicó en EL COMERCIO, como también la larga relación de autoridades que, capitaneadas por el coronel del regimiento del Tarragona Ildefonso Echevarría y Cárdenas y el alcalde de Gijón, Arturo Rodríguez Blanco, acompañaron al cadáver hacia su última morada.

Una de cal y otra de arena. Si González había sufrido «muerte heroica», no tanto así lo eran todas las historias que venían de la clase militar. Ni una columna de separación mediaba entre la crónica del entierro del gijonés y el escándalo que, en Madrid, había dado el alférez del Tercio Compairet.

Baste solo decir que, tras cierto escabroso suceso ocurrido en un cabaret poco recomendable, este había acabado en el Sanatorio del Rosario, donde le hubo que hacer una trepanación. No todo el mundo nace para héroe.

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