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María José Fanjul, Esther Aguado, Ludivina Ordieres, Ángeles Aláez y Tina Alonso caminan por la avenida de la Constitución. DAMIÁN ARIENZA

«Quien no tenga hijos o alguien que le eche una mano está casi desvalido»

Los mayores aplauden las medidas del plan municipal en Gijón, pero instan a dotarlo de fondos suficientes

Jueves, 20 de enero 2022, 17:18

Esther, Ángeles, Ludivina y Tina son parte de los 72.699 vecinos de Gijón mayores de 65 años para quienes el Ayuntamiento acaba de aprobar un plan de acción que, como adelantó EL COMERCIO, incluye 156 intervenciones de muy distinta índole que buscan facilitar la vida a los mayores. Se concentran principalmente en la zona de servicios sociales del centro (14.464), que incluye los barrios de Cimavilla, el centro y Laviada. A este último pertenecen las cuatro: tienen en común su implicación en la asociación vecinal, que les sirve de nexo y las ayuda a tener un envejecimiento más activo, sociable y saludable.

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Originaria de León, Ángeles Aláez lleva más de 40 años en Gijón. Tiene 84 y vive sola desde que hace más de tres décadas falleciera su marido. Como ella, otras 7.127 mujeres mayores de 80 viven solas en Gijón: se llama feminización de la vejez en soledad y se debe a la mayor esperanza de vida de las mujeres. «A veces te sientes sola, no te queda otra», reconoce Ángeles, quien para combatir ese sentimiento no fallaba en los cursos de la asociación hasta que hace unos meses un derrame la obligó a «parar en seco», por lo que ahora trata de «salir a dar una vuelta hasta el Muro y colorear». La necesidad primordial para la gente de su edad, asegura, es «relacionarse con cualquiera, da igual la edad». Lamenta que los avances tecnológicos han hecho que muchos «nos hayamos quedado atrás del todo. A mí me ayuda mi hija a ir al banco y hacer recados».

«Quien no tenga hijos o alguien que le eche una mano está casi desvalido», incide Ludivina Ordieres Meana, quien a sus 91 años no ha perdido la coquetería que la lleva, cada viernes, a la peluquería. Se considera muy optimista y reconoce que desde que en 2005 falleció su marido ha sabido apañárselas, pero le gustaría «que la sociedad mirara más por la gente mayor». Pone un ejemplo: Julio Llamas, propietario de la recién cerrada tienda Alimentación Llamas, «se preocupaba por cómo estaban sus vecinos». El plan propone, entre otros, la creación de una red de comercios amigables y la búsqueda de agentes detectores de soledad precisamente para prevenir situaciones de riesgo.

Para Esther Aguado, de 78 años y sola desde hace 23, la clave es «mantenerse activa -pese a tener varias prótesis- y acompañada». Clases de yoga 'online', paseos los fines de semana, aquagym en Talaso... «Y cada 15 días me llaman voluntarios de la Cruz Roja, charlamos un poco y me preguntan si necesito algo. La verdad que lo agradezco mucho», relata.

Treinta años pidiendo medidas

Desde el centro de salud, añade Tina Alonso, derivan a través de una trabajadora social a las personas más vulnerables para que aprovechen los recursos de la asociación. Ella asegura que los movimientos vecinales «llevamos 30 años pidiendo medidas como las que incluye el plan». «Lo de aprender a envejecer es muy complicado», ríe, «y la soledad es muy dura, pero hay que ver cómo gestionarla para salir adelante».

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María José Fanjul, coordinadora de actividades de la Vocalía de la Mujer, insiste en que «la ciudad tiene que estar pensada para los más débiles, para quienes no salen de casa» y pide «que nadie se quede atrás ni por pobreza energética ni por no saber usar un cajero o hacer trámites en internet». Para todo ello, insiste, «hace falta que al papel se le dote de recursos económicos».

Julián González Sarasúa, cirujano jubilado de 76 años y presidente de la asociación Ayuda Entre Mayores, intentó sin éxito poner en marcha un programa de acompañamiento entre ellos y ahora asegura, por propia experiencia, que «es el Ayuntamiento y las asociaciones vecinales las que deben liderar este tipo de acciones», basadas en la colaboración entre profesionales y voluntariado, que ayuden a combatir la soledad en un momento en que «las familias están más dispersas que nunca».

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