Evaristo Valle, uno de los grandes artistas del siglo XX.
1947. Hace 75 años.

La mirada única de Valle

En la última página de EL COMERCIO, Álvarez de Asturias habló del pintor gijonés, huraño ya entonces en su trato con el público

Lunes, 11 de abril 2022, 06:22

Una venta y un taller de ebanistería. En dos lugares tan dispares se podía encontrar la mirada del viejo pintor gijonés, que apuraba su arte ... sin mucho trato con el público ni con la prensa. Así, ni siquiera el autor del reportaje que hoy hace 75 años rellenó nuestra última plana, Álvarez de Asturias, trataba con Valle, a pesar de seguirle los pasos doquiera fuera. En una venta, por ejemplo, donde se le servía al artista «frugalísima merienda de galletas y una copa de vino de Jerez», se lo había encontrado un día, a punto de tomar un coche acompañado de la ventera, de las hijas de esta y, en la parte de atrás, «dos formidables perros de pura raza San Bernardo».

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«Pude enterarme de que Valle acudía allí una tarde por lo menos de cada semana, haga sol o haga agua. Aquella venta es el punto último de parada de vuelta para Gijón después de tres o cuatro horas de recorrer en coche y a pie las llanuras de las Mariñas, o de remontar el Cubiello sobre el valle de Peón, o de lanzarse hasta el Pedroso hacia la maravilla de tonalidades y embrujo de finas líneas del cielo y montañas de Villaviciosa y Valdediós». En tan idílicos paisajes se solazaba Valle, bien pudiera decirse que de incógnito. «No lleva consigo nada que denuncie al pintor. Su melena plateada, tan siglo XIX, igual pudiera ser de poeta o de músico. Lleva solo sus ojos capeadores, asombro de los demás artistas».

No se parecía al de ningún otro su arte ni su forma de ver la realidad. «Capta, absorbe y si yo tuviera el prestigio de Unamuno», aseguraba Álvarez, «diría hasta que digiere y asimila todo lo bello y característico de Asturias, y, o devuelve en los lienzos en quintaesencia, en perfección acabada». Así lo atestiguaba una de las primeras personas que tenía la fortuna en contemplar las obras del artista, un ebanista que trabajaba «en cierto taller de la localidad a donde llegan los cuadros para colocarles el marco». El último de ellos salía destinado «al nombre de un prócer bilbaíno, gran amante del arte, y coleccionista importantísimo en España». La noticia la ofreció en exclusiva EL COMERCIO en aquel reportaje del que hoy les hablo. ¡El gran Valle!

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