Noticiario de La Calzada
La actualidad del barrio pasaba por jóvenes promesas deportivas, una carrera ciclista y las deficiencias urbanísticas en Fátima
Primero, lo malo: lo peor de La Calzada, hace medio siglo, era el estado de las calles. Una constante en Gijón, a tenor de lo ... que siempre nos contaba por entonces EL COMERCIO, pero especialmente irritante en el caso de la plaza de Fátima. «Baches por todos lados, montones de tierra y escombros; aparcamiento de camiones. Todo en la plaza más concurrida de La Calzada, por estar delante de la iglesia parroquial; frente a una parada de autobús y con una parada de taxis que muchas veces cuesta trabajo encontrarla por la cantidad de camiones que delante de la misma hay». Ocurría ahora que por fin Obras Públicas se acordaba de La Calzada, aunque parcialmente, y procedía a alisar el suelo de la plaza «mediante una pasada de pala mecánica». A Dios, o al concejal, gracias.
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Más feliz era la crónica sobre la segunda carrera deportiva celebrada en el barrio. Si la primera fue de ciclocross, esta ahora fue para los aficionados al ciclismo. Organizada por el Club Ciclista La Calzada, «simpático club que no ceja ni un solo momento en proporcionar este gran deporte», era solo la espita de una larga ristra de competiciones. Le seguiría el VII Trofeo Talamillo, para los más jóvenes: el que destacase más en la carrera se llevaría 3.000 pesetas. «El recorrido de esta prueba», informó EL COMERCIO, «es el siguiente: La Calzada, Musel, calle Brasil, Gran Capitán, A. Farnesio, Puente Seco, Lloreda, Tremañes». Seis vueltas a La Calzada, con meta final en la subida a la Campa Torres, y colofón con el homenaje a Ángel Sánchez Flores, histórico secretario del club.
Talentoso nadador
En las páginas dedicadas en exclusiva a La Calzada en el periódico se hablaba también del aumento de población, los problemas derivados del mismo (se adolecía no solo de firme en la plaza de la iglesia, sino también de escuelas) y también de las alegrías de contar con mucha, y muy preparada, juventud. El talento de José María García Álvarez, por ejemplo, de 11 años, nadador del Santa Olaya desde 1972, iba viento en popa. «Es un nadador con mucha afición e inmejorable porvenir (..) Acude a todos los entrenamientos sin poner quejas». Espíritu de barrio.
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