Numerosos casos de rabia
Todo comenzó con un perro enfermo que propagó el mal creando «un peligro constante para el vecindario» en Gijón y toda Asturias
Un no parar. Eso comenzaba a suponer la rabia en el verano de 1897. Se multiplicaban sus casos desde hacía semanas y ponía en jaque ... a las autoridades, procelosos vecinos, negligentes dueños de perros y a los propios canes afectados de hidrofobia. En Gijón -y cabe especificar, porque los síntomas de rabia habían aparecido ya también en Oviedo, Llanes, Siero o Villaviciosa- todo comenzó con un perro enfermo y a la desbandada que, a lo largo de todos los barrios de El Llano, Roces y Mareo, fue mordiendo a muchas personas que hubieron de recibir el tratamiento oportuno para frenar la peligrosa infección. Ahora, aunque el animal había sido finalmente atrapado y ejecutado, el problema seguía, ya que «los dueños de los perros mordidos por él no se cuidan de tenerlos en observación, como fuera de necesidad».
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Así lo denunciaba EL COMERCIO. Resultaba que, tras haber sido agredidos por su congénere rabioso, muchos de estos animales continuaban en libertad, «siendo esto un peligro constante para el vecindario; además, y ayer lo hemos dicho, en Cabueñes se vio otro perro al parecer hidrófobo, que debió de morder a otros, puesto que cerca de Fontica se vieron dos muy heridos; y en el mismo Somió hemos podido convencernos de que los bandos del señor alcalde son letra muerta para aquellos vecinos, pues cerca del tranvía se consiente que los perros anden libres y sin bozal, pudiendo cualquiera persuadirse de lo que decimos».
Medidas taxativas
Muchos pedían medidas taxativas: perro que fuera hallado sin las pertinentes condiciones de seguridad en plena oleada de rabia, perro sacrificado. Las autoridades, con todo -y no era cosa nueva- se rezagaban en cumplir en todo con el bando municipal que, unos días más tarde de la publicación de este suelto, fue modelo a seguir en los consistorios de Villaviciosa, Sariego, Llanera, Siero o Carreño, donde también pegaba fuerte el 'rabdovírido'. Rogaba el alcalde gijonés, al tiempo de remitir las disposiciones a los concejos vecinos, que las autoridades «cooperen con toda eficacia a garantizar el resultado del referido bando». Apuesta fácil, y barata, sería decir que por esas tampoco sucedió.
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