El Papa habla de la ciencia
Pío XII disertó desde Roma sobre el peligro para la humanidad de algunos avances, como el de la energía nuclear. Nosotros lo contamos
¿Se imponía el hombre -si aceptamos el sustantivo solo masculino como sinónimo de 'ser humano'- a Dios en 1948? Para Pío XII, Papa a ... la sazón, sí. Hace 75 años, el pontífice disertó desde Roma de los avances de la ciencia por medio de la que el ser «a quien Dios asignó el deber de multiplicarse y poblar la tierra» era capaz, ahora, de dominar las fuerzas de la naturaleza. Y EL COMERCIO lo contó en portada. «El mayor ejemplo de los resultados de esta intensa actividad», aseguraba Pacelli, «parece haberse encontrado en el hecho de que el hombre, mediante grandes esfuerzos, ha conseguido, por fin, alcanzar el más profundo conocimiento de las leyes que se refieren a la forma y desintegración del átomo, y de esta manera dominar en forma experimental, y hasta cierto punto, desencadenar la poderosa energía que emana en muchos de esos procesos, y todo esto no en cantidad submicroscópica, sino en forma verdaderamente gigantesca».
Publicidad
Hablaba Pío XII a toro pasado, porque para entonces los efectos devastadores de la bomba atómica ya se habían dejado ver en los terribles sucesos de Hiroshima y Nagasaki. «¿Qué desastres debe aguardar la humanidad del conflicto futuro si ha de resultar imposible contener o frenar el uso de nuevas y más científicas invenciones?», se preguntaba el Papa. Los avances resultaban intrigantes, por lo magníficos, hasta utilizados con fines pacíficos: mareaban por lo abundante y lo complejo. «El descubrimiento de los elementos radioactivos por los Curie, el modelo atómico de Rutherford y las leyes que lo regulan, y anunciado por primera vez por Bohr, el descubrimiento de los isótopos por Francis William Aston, también en el sector no activo del sistema la primera destrucción del núcleo por medio de los rayos alfa naturales» y más no eran para Pacelli, de todas formas, más que «una imagen, aunque pálida e imperfecta, de la gran idea y del gran designio divino que concibió la mente de Dios creador, como ley de este universo desde los días de la eternidad». Para él, el científico solo podía aspirar a recibir «una repentina llamada del poder de Dios». Era una forma de verlo.
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión