Paz para los cristianos
El conflicto de la metadona llegó a las más altas instancias. El arzobispo, Gabino Díaz Merchán, pidió buena voluntad a las partes
No había nada que no se arreglase con «diálogo y buena voluntad», ni siquiera el árido asunto de la metadona que hace estas semanas 25 ... años enfrentaba duramente a vecinos con asociaciones vecinales; a Principado y Ayuntamiento y, en definitiva, a un sinfín de cristianos para los que tuvo a bien hablar el arzobispo a la sazón, Díaz Merchán. Lo hizo durante una misa en el colegio de la Asunción, celebrada con motivo del centenario de la muerte de la fundadora de la orden de religiosas responsables del mismo, la madre María Eugenia. Decía el arzobispo que él era capaz de ponerse en la piel de ambas partes. «Si fuera el vecino que, con sus hijos, tiene debajo de casa el dispensario, no me parecería bien. Si fuera un padre con un hijo drogadicto me parecería lo contrario».
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«La exasperación puede venir de ambas partes», reconocía Díaz Merchán, «y por eso es muy importante que se dialogue para buscar soluciones a un problema que es de todos». Nadie, o pocos, querían vivir al lado de un dispensario de metadona que, reconocía el prelado, no se podía «colocar en la luna». «Hay que oír a la gente, porque a lo mejor el elegido no es el sitio más indicado. Yo creo que es necesaria la buena voluntad de todos y también el sacrificio, en algunos casos, aunque no voy a decirle a un padre de familia lo que tiene que hacer porque yo estoy en mi casa». «Los toxicómanos necesitan ser apoyados», decía Díaz Merchán, «pero, claro, hay que proteger a los jóvenes que pueden caer en la droga».
Algo habría que hacer, aunque nada tenía visos de ir a resolverse pronto, ni con buena ni con mala voluntad. «Los vecinos contrarios al dispensario de metadona de La Calzada mostraron ayer su enfado ante la noticia adelantada por este periódico sobre la adjudicación de las obras de remodelación del local comprado por el Principado para dispensar la droga», decíamos hace 25 años. Amandi hacía oídos sordos, así, a las protestas de los vecinos, que se organizaban ya para seguir reclamando que no se repartiese metadona en Cuatro Caminos. «Estamos enfadados», clamaban. Comenzaba a hacer falta intercesión divina.
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