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El rompeolas y el cerro, en foto de Vinck
1948. Hace 75 años.

Peligro de desaparición

Los envites de la mar, y la composición de la roca, amenazaban la estabilidad de la carretera de acceso al cerro de Santa Catalina

Martes, 7 de febrero 2023, 01:19

Ya había advertido EL COMERCIO tiempo atrás que había un peligro inminente en la carretera del Piles a La Providencia, reblandecida «por los continuos mordiscos ... del mar». Y ahora, por hoy,pero de hace 75 años, hacíamos lo propio con respecto a la carretera de acceso al cerro de Santa Catalina. Aunque allí la roca era de mayor calidad y más resistente que la caliza de La Providencia, «existen sin embargo vetas de composición débil que facilitan las filtraciones del agua, y en su disolución, permiten que los fuertes golpes de mar hagan socavones que poco a poco se convierten en túneles y ocasionan derrumbamientos en los grandes temporales y mareas vivas».

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Había desaparecido, de este modo, un vertedero de residuos de pescado que existía en aquellas inmediaciones, «y poco a poco se fue derrumbando a trozos una considerable extensión de tierra firme que parecía seguro valladar, pero el tiempo nos va diciendo, con su lento caminar de horas y días, cómo el mar en su pujanza muerde la dura roca hasta deshacerla en polvo y avanza sin cesar, si es que el hombre, valiéndose de los medios que le proporciona la Naturaleza, no le contiene y le impide rebasar los límites que le fije para su expansión».

Suena poético, pero en realidad era una pulla para el Ayuntamiento, que no hacía lo que tenía que hacer. Y eso que era bien sencillo: emplear «grava y cemento, y cemento y grava, para hacer un muro resistente con una escollera de defensa, rellenándose la parte acotada, con la doble finalidad de conservar la carretera y establecer un magnífico mirador de la amplia ensenada de la Concha de Torres, de los astilleros de la costa, de las frecuentes entradas y salidas de buques y también para la contemplación del imponente panorama del mar deshecho y convertido en espuma hirviendo por el furioso temporal». Que las vistas desde la atalaya son magníficas lo sabíamos entonces a pesar de que no hace tanto tiempo que se consiguió su titularidad pública; lo que es más desconocido es que, hace 75 años, llegamos a pensar que incluso podría desaparecer en parte. Solo el consistorio lo podría evitar.

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