Piñole, un turista singular
A su regreso de sendos viajes por Francia e Italia, el nonagenario pintor manifestó su deseo de ir a América para el año siguiente
Nadie paraba a Piñole. Ni la edad, ni los kilómetros. Al menos la friolera de 71 años llevaba viajando de seguido el insigne gijonés, y ... no se cansaba. Si, como decía EL COMERCIO hace medio siglo, «Italia fue máxima actualidad para Nicanor Piñole allá por el lejano año de 1901», lo seguía siendo ahora, en 1972, tras volver de su periplo por la bota de Europa. Allí, recordarán los lectores de esta sección, lo había recibido el Papa semanas atrás. Algo muy distinto a lo que debió ser su primera estancia en Italia. Tenía por entonces el pintor 23 años «recién cumplidos y un caudal de ilusiones, con abundancia de incrustaciones nostálgicas para su Asturias».
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Allí había establecido un estudio de pintura que no tardó en abandonar para volver a Asturias. Y ahora, 71 años después, también estaba de vuelta en Gijón, «dispuesto a empezar otra vez». Genio y figura: «Me gustaría ir a América el año próximo», aseguraba a las preguntas de nuestro diario.
Piñole volvía emocionado por haber conocido al Papa, que había obsequiado a su mujer con un llavero y a él con una medalla. «Jamás olvidaré todo esto. Las atenciones del Santo Padre, los presentes que testifican la memorable fecha de la audiencia, las caricias que me hizo el Papa, su deseo de que le dedicase una acuarela con que le obsequié. Pablo VI es un gran admirador del arte pictórico», decía el genio. A buen seguro el pontífice disfrutó, también, de su arte, que quedó bien representado en el Vaticano.
Piñole la había llevado un bloc de acuarelas, solo para mostrárselo, ya que no se permitían esa clase de presentes en la casa del Santo Padre. «Decían que era poco menos que imposible la audiencia. Después resultó que todo fueron atenciones y facilidades». Porque él tampoco era cualquiera, no solo le recibió el Papa, sino que tuvo todo tipo de comodidades para el viaje. ¡Qué diferencia con 1901! «No cansé lo más mínimo. De lo bueno no es posible que se canse nadie.. Avión, barco, automóvil, tren»... Figúrense: fueron de Madrid a Roma; pasaron por Nápoles, Capri, Pompeya, Venecia, Milán, y, a la vuelta, apuraron el transbordo en París. Nunca es tarde.
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