350 pacientes en el programa de trastorno mental grave del Área Sanitaria V de Cabueñes

Fue el suyo un mensaje que coincidió con el del director del área de Salud Mental del Área V, Juan José Miranda. También Marco Luengo, exdirector de la Fundación Municipal de Servicios Sociales y en la actualidad jefe del Servicio de Continuidad de la Atención en Salud Mental, dentro del Sespa, habló del agotamiento de un modelo en el que todo el peso de la atención a estos pacientes recae en el sistema sanitario y de los pasos que aún es necesario dar para conseguir una «integración absoluta» de los pacientes con trastorno mental grave en la comunidad, un objetivo que todavía no se ha alcazado.

Entre otras razones porque no se ha avanzado en cuestiones como el acceso de las «personas con discapacidad psicosocial» al mercado laboral, su nivel de soledad «que es mucho mayor» o la falta de autonomía. Una realidad que tiene que ver, afirmó, con la falta de otros apoyos y recursos.

«El paradigma de un modelo centrado en que el sistema sanitario sea el que se haga responsable de estas personas ya está agotado como tal. Hay que pasar de un modelo centrado en la enfermedad a un modelo centrado en el concepto de discapacidad psicosocial. De un modelo centrado en rehabilitar y recuperarse de síntomas a un modelo de recuperación, que tiene que ver con cómo una persona desarrolla su proyecto de vida. Tenemos que dar ese salto ya», defendió Luengo antes de instar también a la «corresponsabilidad de otros agentes» para lograr ese objetivo.

La primera de las ponencias de la jornada, a la que se inscribieron más de 150 personas de todas las áreas sanitarias de la región, corrió a cargo del director de la Fundación Siloé, el psicólogo sanitario Pablo Puente, que expuso los pormenores del programa Prometeo. un modelo de atención a las personas con trastornos mentales graves que Siloé inició en Gijón en 2008 y desde este año se ha extendido también a Oviedo y Avilés y que está muy centrado en la desinstitucionalización de esas personas.

Está estructurado en dos fases. La primera supone una intervención intensiva, durante año y medio, en la que se trabajan estrategias y habilidades que se pactan en un plan individualizado. En la segunda fase, la persona inicia un proyecto de vida independiente en una de las casas –se empezó con tres y ya hay 22– que les facilita la Fundación. a partir de ese momento, las personas deben autogesionarse «tanto a nivel económico como de gestión de la vivienda» y las intervenciones ya no son directas, sino a demanda.

Puente mencionó, como logros, que la participación en este programa se ha traducido en una mayor adherencia al tratamiento por parte de las personas con trastorno mental grave y que la hospitalización psiquiátrica se ha reducido en torno a un 90%. Pero hay un 'debe': los niveles de empleabilidad de estas personas siguen siendo «muy bajos».