«No me quedan fuerzas para cuidarla»
Las secuelas de los cierres del ERA Ramón García lleva seis meses atendiendo las 24 horas a su mujer, con alzéhimer, mientras esperan en vano que les deriven a otro centro de día
EVA FANJUL
Domingo, 10 de enero 2021, 00:22
Cuando en marzo cerraron los centros de día a Ramón García se le cayó el alma a los pies. Pasados nueve meses, asegura sentirse incapaz de seguir adelante sin ayuda. «Son 24 horas al día, sin descanso, sin dormir... No me quedan fuerzas», enumera mientras vigila a Azucena, que se mueve inquieta por la casa. Llevan 52 años juntos. Hace seis llegó el alzhéimer y el mundo se paró para ellos. «Cuando pensábamos empezar a disfrutar, nos vino esto», lamenta. «Tengo que cerrar la puerta con llave porque me da mucho miedo que salga y se pierda o le pase algo. Ya lo ha hecho en un par de ocasiones. Es cuestión de unos segundos», comenta Ramón mientras asegura la puerta de su casa. Tiene 79 años. A sus ojos asoma el agotamiento de nueve largos meses de desvelo, durante los que él solo se ha encargado prácticamente de todo.
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Su esposa es una de las 450 personas usuarias de los centros de día del ERA. Para ellos y sus familias el cierre de las instalaciones en marzo supuso «un mazazo». Lo peor vino con el confinamiento y continuó tras este, «cuando vimos que después del estado de alarma los centros no iban a abrir», comenta.
En octubre «vio el cielo abierto». Tras seis meses, sin recibir ninguna prestación, pese a ser beneficiarios de la Ley de la Dependencia, el Principado anunció que podrían pasar a utilizar plazas de centros de día privados, sin que esto afectase a su nivel de copago. Sin embargo, no fue así.
«Llevo meses esperando que nos den plaza en otro centro de día, pero no hay manera. Ni abren ni derivan a otros, como dijeron que harían en octubre. Así que no me quedó otra que solicitar el ingreso en una residencia, pero ahí también seguimos en lista de espera. Me dicen que estamos los primeros, pero parece que no se mueve nada. Pasan las semanas y yo sigo desesperado».
Las personas que acuden a los centros de día presentan algún grado de dependencia. La estancia en este recurso sociosanitario les ofrece un programa de actividades que ayuda a fomentar su autonomía y calidad de vida. Para las familias y, en especial, para los cuidadores principales, este servicio representa un apoyo esencial que les permite disponer de unas horas al día de lunes a viernes para trabajar o sencillamente descansar de la exigencia constante que requiere el cuidado de una persona dependiente.
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«Un bajón tremendo»
Ramón asegura que «el bajón» físico y cognitivo que ha dado su esposa en los últimos meses es «tremendo». El único apoyo que reciben es la ayuda a domicilio, pero solo una hora la día, de lunes a viernes, precisa. «Vienen por la mañana y se encargan del aseo, pero el resto lo hago yo». La casa está impecable. Los detalles de las estanterías, los tapetes, las fotos de toda una vida, lucen impolutos, y hablan de su esfuerzo.
«Yo no pedía nada más que un centro de día. Por ahora, nos arreglábamos bien. No entiendo cómo podemos vernos en estas circunstancias. Ancianos cuidando de ancianos. Solos. Creo que no son conscientes de lo que estamos pasando, de lo que supone hacer frente a esta situación. Es demoledor. Yo, al menos, me siento abandonado tras meses de espera sin respuesta», reprocha.
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