Navidad en Gijón
Los Reyes Magos, del Asilo Pola al MarítimoLa cabalgata se consolidó en los años 50 y el NO-DO acudió a grabar para mostrar a todos la comitiva gijonesa de 1957
En este año del centenario de la cabalgata de los Reyes Magos en Gijón, las hemerotecas recuerdan que nunca las circunstancias fueron sencillas desde su ... nacimiento en 1924. Un siglo da para muchas vicisitudes. Para sacarla adelante, además del apoyo institucional, en ocasiones inexistente, era necesaria una dosis de entusiasmo de personas que apostaran por esta fiesta de la ilusión infantil. Y allí estuvieron, entre otros muchos, hombres como Jaime Medrano, Gumersindo Suárez Somonte, Luis Rodríguez Royo (éste muy especial), Genaro Blasco Palazuelo, Drosino Suárez Flóres, Bonifacio Lorenzo Somonte, Carmelo Luna Estébanez o Felipe Calvo Ilundain, que tiraron por resucitar y mantener esta fiesta infantil, con especial mención a Pedro García-Rendueles Aguado. Y el reto no era sencillo, porque los fastos reales, todos los preparativos de la cabalgata, cada una de ellas, requerían una importante inversión económica. Un detalle: en 1958, el presupuesto fue de 54.827,30 pesetas (329 euros) de las de entonces. Óptica Covadonga, cita obligada de la comitiva real, aportaba la nada desdeñable cifra de 2.000 pesetas, y el comercio local, la banca y otros particulares, 14.200. Hasta se organizaban festivales previos en la sala Acapulco para sufragar aquellas cabalgatas que tenían sus inicios en los locales de la Escuela de Peritos Industriales, donde se guardaban celosamente las carrozas y todos los animales que participaban en las comitivas.
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Mantos blancos en la noche
Como siempre, un coche con altavoz anunciaba a los congregados la salida de la cabalgata real con música navideña. Y pronto hacían acto de presencia un conjunto de pastoras y pastores «que portaban aves de corral, corderos y otras ofrendas», recuerdan las crónicas de la época. Luego llegaba el turno de la carroza con la Estrella de Oriente, «de gigantescas proporciones y construida por cientos de bombillas», a la que seguían los heraldos a caballo y el Príncipe Abd-el-Aziz (antepasado del actual Aliatar), escoltado por una guardia árabe, cuyos componentes iban ataviados con «mantos blancos que destacaban en la noche».
El Rey Melchor iba acompañado de pajes guerreros, abanderados, antorcheros y acemileros con sus correspondientes mulos «y un vistoso y monumental arcón lleno de juguetes y portado por cuatro esclavos». Un juego de fuego, luces y sonido capaz de impactar a la multitud. No faltaban nunca detalles. El alcalde y las autoridades rendían pleitesía en lo más granado del Ayuntamiento y desde su balcón, como ahora, siempre había unas palabras para los niños.
Recuerdan los más veteranos aquellas cabalgatas por las calles de Gijón de mediados del siglo pasado, con cortejos repletos de guerreros, de bengalas, de caballos, de antorchas y de bandas de cornetas y tambores, aunque si algo destacaba para niños y mayores era la majestuosa carroza-trono que año tras año portaba al Rey Baltasar. Las crónicas reflejaban que «los niños olvidan el habla ante el oscuro Baltasar», a la vez que se autoconvencían de que su piel negra no significaba que fuera el portavoz del temido carbón. Sobre su magnífica carroza, el Rey Baltasar se mostraba eufórico. Y no era de extrañar. Su cohorte de seguidores crecía año tras año. Aunque jugaba con cierta ventaja, porque la empresa Ferrocarril de Langreo (dedicada al transporte de carbón) era la que en aquellos tiempos, patrocinaba su trono del rey negro, curiosa circunstancia que no le impedía llevarse todos los elogios y premios por su espectacularidad.
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Tampoco esto significa que el resto de las carrozas de la comitiva real desmerecieran en exceso, porque la que portaba la gigantesca y luminosa Estrella de Oriente estaba patrocinada por la conocida empresa local Mercurio, y el trono del Rey Melchor era gentileza de la Acción Católica de Somió. Cada uno, como el Hogar del Productor o la comisión pro-cabalgata (esta última se dedicaba a adornar la carroza del Rey Gaspar), aportaba su granito de arena, y el resultado final empezaba ya a marcar una pauta a nivel de toda España. De hecho, ya las cámaras del No-Do, en la cabalgata de 1957, grababan el recorrido por las calles de Gijón. Se demostraba de esta forma que el esfuerzo de todos por dar un lustre importante a esta jornada en la ciudad estaba recibiendo el reconocimiento general. En aquel tiempo, la visita de las cámaras de cine, por inusual, causó un impacto y no menos revuelo entre la concurrencia.
Anecdotario interminable
El anecdotario de tan amplio periodo de tiempo sería interminable. En 1959, todo el equipamiento de las tropas se encargó a una empresa de Valencia, lo que supuso una inversión de nada menos que 23.500 pesetas, casi la tercera parte del presupuesto de toda la jornada. Las tropas lucían espléndidas. Para eso, se organizaban en la popular sala Acapulco magníficos festivales a favor de la Cabalgata con actuaciones de títeres, de armonices y payasos y otros elementos artísticos infantiles de Gijón. Todo era poco para hacer una realidad aquella fiesta en la que, durante muchos años, más de una treintena, personas como José Gutiérrez Mijares («Pepe» Mijares), Luis Rodríguez Royo o el doctor Luis Heredia tuvieron una participación y una colaboración directa y totalmente desinteresada. Sus gestos, sus rostros, sus miradas han quedado grabadas en no pocas generaciones de gijoneses desde finales de los años cuarenta hasta entrados los años setenta.
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También aseguraban Sus Majestades recordar momentos duros. En 1959 fueron a visitar a un niño enfermo de leucemia. Fue su última alegría, porque a los pocos días falleció. «Al menos contribuimos a que se fuera con una sonrisa en los labios», apuntaban los Reyes Magos al conocer el triste desenlace. Tampoco dejaron nunca se acudir al Sanatorio Marítimo, al Asilo Pola, al Patronato San José, al colegio de niños pobres de El Natahoyo, a la prisión de El Coto, al asilo de Santa Laureana de Somió, a los hogares del Productor…
Eran los años 50 pero, como decía de manera muy acertada en aquellos lejanos tiempos el doctor Luis Heredia, «la fiesta de los Reyes es la fiesta de todos». Y resaltaba que el niño, ese día 6 de enero, no sólo ve los juguetes, los asocia con los Reyes Magos. Ahora, un siglo después desde su estreno en Gijón, casi todo sigue igual. Sus figuras son imborrables, inmortales.
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La cita de este año incluirá un guiño al centenario
Divertia ultima los detalles de la Cabalgata de los Reyes Magos del próximo 5 de enero, que este año partirá desde el Colegio Público de Montevil y que, según confirmaron fuentes municipales, incluirá un guiño al centenario de esta celebración. Melchor, Gaspar y Baltasar recorrieron por primera vez Gijón con su comitiva la víspera de Reyes de 1924.
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