El sentimiento de un pueblo
Tras la conmoción que supuso el anuncio del asesinato de Cánovas, se celebró su funeral en Gijón. Angiolillo ya había sido ejecutado
Fue mucho más rápido matar a Michele Angiolillo en castigo por haber matado al presidente del Gobierno que organizar un funeral para Cánovas. O quizás ... es que se esperase a la ejecución de la justicia terrenal para implorar la espiritual. El anarquista Angiolillo, ya lo contamos por aquí, mató a Cánovas del Castillo durante su veraneo en Mondragón, el día 8; pagó el crimen con su vida, vía garrote vil, el 20. Y en Gijón no fue hasta el 25 cuando se organizaron los funerales por el asesinado. Más vale tarde que nunca si la dicha es buena, y lo fue: serían, aquellas, unas exequias «costeadas por el ilustre Ayuntamiento de Gijón», con presencia de multitudes que hacían dificultosa la entrada a la iglesia de San Pedro, la vieja.
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«Esta ofrecía en su interior un aspecto severo y fúnebre», dijo EL COMERCIO al día siguiente. «Hallábase enlutado el retablo del altar mayor y cubiertas de negro las columnas de la nave central y la tribuna, de las que pendían magníficas coronas». No podía faltar tampoco, en el centro de la iglesia, «un soberbio túmulo, sobre el cual se veían el mortero y el manto local de escarlata, forrado de pequeños arminios, insignias que corresponden al presidente del Gobierno por razón de su cargo. También figuraba encima del catafalco la bandera nacional con negro crespón. Y en los laterales del túmulo se veían un alto relieve del busto del señor Cánovas, el escudo de España y las cruces de Carlos III y Cristo de Portugal».
Hoy conocemos el nombre de todas las autoridades que acudieron aquel día a un funeral que, desde la calle, también vivió intensamente un pueblo impactado por el asesinato de un presidente del Gobierno que, sin embargo, turnismo va y turnismo viene, no era del todo suyo. ¡Pero fueron momentos tan emocionantes! «Durante la misa, un piquete de infantería formado a la entrada de la iglesia hizo las descargas de ordenanza. Y desde el castillo de San Pedro disparáronse varios cañonazos». Tocaron las bandas militares de Toulouse y la de Segovia. Hasta Federico Chueca, insigne compositor, andaba por allí, tras haber alternado la noche anterior en el café de Colón. Pura historia en Gijón.
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