Una sidrería para el pabellón

Un negocio intrincado, habida cuenta de que tras el primer cierre del establecimiento, en el que medió bastante polémica, «la segunda intentona acabó con dos adjudicatarios y tres meses de negocio». Sin ceder al desaliento, anunciaba ahora Manuel Muruáis, concejal delegado de Educación y Cultura en el consistorio gijonés, que el pliego de condiciones, «que contará con algunas novedades que estamos estudiando, aunque no con una rebaja significativa del canon económico, ya que el restaurante del Pabellón de la Expo da mucho dinero», saldría en las próximas semanas. Quien ganase la licitación se habría de comprometer a responsabilizarse «de los puestos de venta de alimentación y bebidas en el Pueblo de Asturias, no solo durante la Feria Internacional de Muestras, sino durante todos los certámenes monográficos que se celebran en el recinto ferial».

En opinión del concejal, la cercanía del rastro dominical al pabellón y el tránsito habitual de la zona entre semana hacía de la sidrería un negocio asegurado, que debería estar abierto toda la primavera, y, por esta vez, con una «adjudicación definitiva, al menos durante años, no como la última que realizamos, que era solo durante el periodo veraniego, para que el pabellón tuviera restaurante mientras se desarrollaba la Fidma». La apertura del negocio se previó conjunta a la de la ampliación de la tienda de recuerdos y de las salas de exposición que convertirían próximamente al pabellón en la sede del Museo Etnográfico del Pueblo de Asturias. Eso sí: sin apoyo regional, recordaba Muruáis. Ni una puntada sin hilo.