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El paso de las Lágrimas de San Pedro, a su salida desde el Campo Valdés. FOTOS: JUAN CARLOS ROMÁN

Solemnidad en una procesión del Silencio que evitó la lluvia

Devoción. Un centenar de cofrades acompañaron a los pasos de las Lágrimas de San Pedro y La Flagelación desde el Campo Valdés hasta la iglesia de San José

Iván Villar

Gijón

Miércoles, 27 de marzo 2024, 01:00

No lo tenían nada claro las cofradías cuando, al inicio de la celebración del Sacramento de la Penitencia en una abarrotada iglesia de San Pedro, fuera la lluvia caía con fuerza. Los dos pasos de la procesión del Martes Santo –conocida como la del Silencio o las Lágrimas de San Pedro–, aguardaban a techo a las puertas del templo, donde muchos fieles y curiosos –también algún penitente encapuchado teléfono móvil en mano– aprovechaban para sacarse fotos con la imagen del Flagelado. Y de vez en cuando algún cofrade, capa morada sobre la espalda y paraguas en mano, dejaba la misa para echar un vistazo, pues estaba decidido de antemano que «en caso de lluvia, la procesión se suspenderá». Pero cuando el párroco Javier Gómez Cuesta concluyó la ceremonia, la lluvia ya había cesado.

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«Nos reuniremos ahora la junta mayor y decidiremos, aunque parece un buen augurio que entre las nubes se vea alguna estrella», apuntaba el Hermano Mayor de la Santa Vera Cruz, Juan Antonio Rodríguez-Pládano, mientras la gente empezaba a hacer un pasillo en un Campo Valdés que ya olía a incienso. «Para mí esta es una de las procesiones más personales, en la que más puedo interiorizar en mí y de las que más disfruto, porque voy metido en mis reflexiones», añadía antes de iniciar su voto de silencio durante una marcha procesional que, sí, finalmente pudo partir según lo previsto desde San Pedro hasta San José según lo previsto.

Lo hizo en medio de un silencio que en ese momento solo interrumpían el sonido de algún teléfono móvil y, a lo lejos, el graznido de las gaviotas. Pero no tardó en acaparar el protagonismo el rítmico golpeteo sobre el suelo de las horquillas de los diez portadores de la imagen de San Pedro, primera en salir, arrodillado sobre un manto de flores rojas y blancas, con una red de pescador sobre su capa carmesí, con dos llaves entre sus manos y acompañado por el gallo que simboliza sus tres negaciones. Poco después sonó un toque de silencio con trompeta, empezó el repique de dos tambores y una veintena de cofrades de la Vera Cruz empezaron a marchar con el paso de la Flagelación al hombro, una imagen decorada con rosas, iris estatis, cardo natural y astromelia, y en la que este año se hicieron pequeñas modificaciones para permitir una mejor iluminación de la talla del Cristo atado a una columna mientras es azotado con un látigo de tres puntas.

Un centenar de nazarenos de las tres cofradías, acompañados por una veintena de miembros de Protección Civil, el párroco de San José, Fernando Llenín, y el abad de la Cofradía de las Tres Caídas de Jesús Nazareno de San Andrés del Rabanedo, Alfredo Sánchez, acompañaron a las imágenes en completo silencio y en medio de un respeto general del público que se encontraba con la procesión por las calles, que en una noche fría y húmeda como la de ayer fue escaso. Una hora y media después de salir de San Pedro, y finalmente sin más agua que una ligera llovizna a su paso por la plaza del Carmen, la marcha terminó en la iglesia de San José con la compleja maniobra de subir por las escaleras las dos imágenes, que pasadas las diez de la noche ya estaban a resguardo en el templo.

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