Una tragedia sin parangón
La catástrofe ocurrida en la fábrica de pólvora de La Manjoya afectó también a Gijón, de donde era natural uno de sus oficinistas
Jueves, 5 de enero 2023, 00:44
Eran las nueve en punto de la mañana del 4 de enero (y lo contamos al día siguiente) cuando tres fortísimas detonaciones rompieron la calma ... que reinaba sobre Oviedo. Allí, en la ciudad, a unos cuantos kilómetros de La Manjoya, se estremecieron los edificios, «creyendo en principio» la población «que se trataba de un bólido». Pero no. Las explosiones venían de la fábrica de pólvora de La Manjoya, en la que, acto seguido, dejaron de sonar los teléfonos. Sin comunicación con ella, periodistas y responsables de la empresa hubieron de acudir raudos, a pie, hasta el barrio de San Lázaro. Allí, a apenas tres kilómetros del lugar siniestrado, no quedaba un solo edificio íntegro.
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EL COMERCIO fue prolijo en detalles. En los que afectaban a la relación del siniestro con Gijón, de donde era natural el oficinista Ambrosio Menéndez -illeso, por fortuna-, y en todos los demás. «A unos dos kilómetros de la fábrica La Manjoya», contamos tal día como hoy, pero de hace 125 años, «nos detuvimos horrorizados ante la vista de un cuadro doloroso. En la carretera yacía una pierna completamente destrozada y carbonizada. A unos 200 metros del edificio en cuestión hemos visto el cadáver de un hombre completamente mutilado, pues carecía de piernas y brazos; unos de estos miembros se hallaban a poca distancia del infeliz obrero». Raíles, trozos de hierro retorcidos en espiral sobre sí mismos y talleres reducidos a escombros (resultaron afectados los conocidos por 'La Prensa', 'Engranadores', 'Bombos lisiadores', 'Bombines tamizadores' y 'Secadero') parecían, ante semejante Gólgota, lo de menos.
Fueron muchos los muertos. Menos según aquel ejemplar de EL COMERCIO que contó la tragedia en caliente; pero se contabilizarían más en los días subsiguientes. De primeras se identificó a Manuel Latores, y se contaron «otros dos muertos; uno abrazado a una máquina, y otro que al salvar la tapia para evitar la muerte pereció en el ascenso»; se consideraron tres desaparecidos oficiales y la incógnita reinó sobre todo lo demás. Siete víctimas, dijimos al cierre de la edición. Y nos quedamos cortos.
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