Concentración de repudio en la plaza Mayor por el asesinato de Miguel Ángel Blanco.
1997. Hace 25 años.

Unidos contra la barbarie

El asesinato de Miguel Ángel Blanco generó fuertes concentraciones de repulsa. En Gijón el escenario elegido fue la plaza Mayor

Miércoles, 13 de julio 2022, 04:39

Hace 25 años, España entera se estremeció: Miguel Ángel Blanco, concejal del PP en Ermua, acababa de exhalar su último suspiro en la Residencia Sanitaria ... de Nuestra Señora de Aránzazu. Había sido localizado agonizante en un descampado de Lasarte, con dos tiros en la cabeza, después de su secuestro y el ultimátum de ETA, que amenazaba con asesinarle si en 24 horas no se hacía un acercamiento exprés de presos a Euskadi, y que actuaba en represalia por la liberación, días atrás, de José Antonio Ortega Lara en Mondragón. Hasta ahí la historia y, a partir de ella, la ausencia de aliento. La que hizo paralizarse a toda España con las mayores protestas habidas hasta entonces en democracia y, por supuesto, también a Gijón.

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La villa salió a la calle espontáneamente el día 14, el mismo día en que lo hacían miles de personas en la gran concentración de Oviedo y «sin más consigna que la del corazón roto», contamos. «A las 12 en punto, el silencio rasgó el grito que dejó aislados a los criminales». La ciudad se había paralizado. «CSI, Naval Gijón, Juliana Constructora Gijonesa, Duro Felguera, Suzuki, Trefilería Moreda, los juzgados, el Ayuntamiento, la Cámara de Comercio, Industria y Navegación, el comercio de la ciudad, todos. EL COMERCIO acudió con idéntica energía a ese encuentro de las 12: empresa, dirección y trabajadores que integran el periódico se concentraron ante el edificio de nuestro rotativo, en ese esfuerzo colectivo que ensamblará, sin ninguna duda, las piezas que abran para siempre el camino de la libertad».

Así, con estas palabras, EL COMERCIO fotografió un hito más de la historia de España. Aquel día, la «contaminación de paz» alcanzó el atardecer, cuando la plaza Mayor se convirtió en un improvisado velatorio y las calles del centro de la ciudad fueron testigo de una manifestación improvisada «en la que viajaba el espíritu de la indignación, pero también el de la energía alimentada en los firmes soportes de la democracia». Por unos instantes, Blanco volvió a vivir en el corazón de los gijoneses, «como viven aquellos con los que la muerte tuvo que rendirse». Y aún vive.

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