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Vecinos del barrio de Pescadores, ataviados con la vestimenta del oficio, suben la imagen al barco. A. GARCÍA

La Virgen embarca en Pescadores

Decenas de vecinos participan en la procesión marinera a bordo de sus embarcaciones | «Es un día para tener especialmente presentes a aquellos pescadores y familiares que nos han dejado», remarcó el párroco de Jove

EUGENIA GARCÍA

GIJÓN.

Lunes, 17 de septiembre 2018, 02:20

Alertadas por las gaitas y tambores, pasados pocos minutos del mediodía, las gaviotas que hasta entonces se apostaban en el muelle del Rendiello despegaron el vuelo para observar desde el cielo el cortejo que acompañaba a la Virgen de la Soledad. Una chalana cargada de niños ataviados con los viejos trajes del oficio, redes de pesca, remos cruzados y la tradicional corona de laurel escoltaron la figura hasta el interior de la capilla más marinera: la sala de subasta del pescado de la rula de El Musel.

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Allí, el párroco de Jove, José Manuel Álvarez, ofició una misa cantada por el coro Villa de Jovellanos en la que remarcó el propósito de la tradición: «Es un día para tener especialmente presentes a aquellos pescadores y familiares que nos han dejado a lo largo de este y otros años». Ya estaban todos en la memoria de los presentes, como Josefina Quintana, que cuando su hijo Alejandro fue elegido Trasgu no pudo evitar mirar hacia arriba y emocionarse pensando en Fernando, su padre, pescador fallecido hace dos años. «Hoy no están aquí, pero celebran esta fiesta unidos a nosotros», indicó el sacerdote. Tras entonar la salve marinera con las emociones a flor de piel, los vecinos embarcaron a la Virgen en un engalanado pesquero y se apresuraron a coger sitio en los demás.

«¡Viva la Virgen de la Soledad! ¡Viva Pescadores! ¡Y viva Rita!». A la altura del Elogio del Horizonte, las seis embarcaciones formaron un círculo y de ellas estallaron los vítores. A bordo de la más grande, el Raiger Juan Segundo, dos de las aclamadas: la patrona del barrio y la presidenta vecinal. Veinticuatro años lleva Rita Rendueles coordinando las fiestas, haciendo números, papeleo y hasta tortillas. Aunque le preocupa no encontrar a alguien que continúe con la organización cuando ella no pueda seguir haciéndolo, reconoce que la tradición «pasa de padres a hijos. Aunque la gente marche del barrio; siempre vuelve para la Soledad». Allí estaba ayer su nieta Raquel Rodríguez, y su bisnieta Valeria, que con apenas quince meses vestía por primera vez zapatos de esparto, falda de pescadora y mandil. Desde hace casi tantos años como Rita es presidenta se celebra esta procesión marinera, que sirve a los vecinos para honrar con flores a los desaparecidos en una mar que da sustento pero también, inevitablemente, disgustos.

Acabados los actos solemnes de la jornada, la fiesta se trasladó al propio barrio. Allí, más de doscientos vecinos disfrutaron de una paella y trasladaron su cariño y respeto a Levi Rodríguez Pérez, uno de los vecinos más longevos.

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