La abundancia, ¿de quién?

Entiendo el aviso, no piensen que no, como entiendo la idea que se quiere transmitir con dicho mensaje. Lo vamos a pasar mal en cuanto a que el coste de la vida va a seguir creciendo mientras los sueldos no lo hacen (porque no lo hacen). Entiendo que el mercado está jugando y ganando cantidades ingentes de capital a costa de una guerra y de una crisis energética que en lugar de atajarse, se alarga para seguir ganando dinero a espuertas. Lo comprendo a la perfección.

Lo vamos a pasar mal en los próximos meses, sí. Un futuro que nos venden a corto plazo y que nosotros así compramos. Ya saben ustedes que en este mundo nuestro, desde hace un tiempo, todo se mira de este modo. Adolecemos de un cortoplacismo que también, no podemos olvidarlo, es causante de que hoy nos hallemos en esta espinosa situación. No sabemos o no queremos ver más allá. No levantamos la vista del ombligo y eso, por desgracia, nos convierte a unos en cada vez más pobres y a otros, las leyes del mercado son las que son, en cada vez más ricos. Ya veremos más adelante qué es lo que sucede, cómo evoluciona el escenario socioeconómico y político, así como geoestratégico y bélico mundial, y cuánto de mal estamos destinados a padecer, porque me temo que esto no va a ser un asunto que dure tan solo unos meses. Aquí, sospecho, el corto plazo se va a quedar muy corto.

Abundancia. Entiendo el mensaje, como les decía. De verdad que lo entiendo, pero me sigo preguntando qué significa para nuestros regentes la abundancia y a quiénes se refieren exactamente con el ahora famoso «lo vamos a pasar mal». ¿A qué aluden? ¿Nos hablan de riqueza, opulencia, fortuna y liquidez? ¿De derroche, exceso y acumulación? ¿Tal vez del enjambre que somos los humanos? ¿De qué? ¿Y de quién? ¿De todas las clases sociales o solo de algunas? ¿De empresas o de personas? ¿De gobernantes o del pueblo? ¿Quiénes lo vamos a pasar mal? ¿La era de quién va a terminar?

No dan una respuesta clara porque, en el fondo, la respuesta es tan evidente que hiere y demuestra, además, lo alejados que están todos los dirigentes, todos, del día a día del pueblo al que gobiernan.

Creo que, ya desde la anterior crisis, la abundancia es algo reservado a unos pocos, a los que sus posibles les permiten vivir de otro modo y que sí que, en efecto, nadan en la abundancia y gozan de un gran bienestar económico. Personas que este invierno, cuando el frío apriete, calentarán sus casas sin importar lo que deban pagar por hacerlo -como ahora las enfrían, porque los pequeños gestos son para otros-; harán la misma cesta de la compra con independencia de su subir o bajar y gozarán de vacaciones en lugares que los demás solo vemos en fotos. Personas que consumirán los recursos que a nosotros se nos dice que no gastemos innecesariamente y a los que, en muchos casos, ya no tenemos acceso.

La era de la abundancia llega a su fin y uno se pregunta entonces dónde ha estado escondida o quién ha robado la cornucopia del pueblo.