El Departamento de Estado emitió en octubre el primer pasaporte de Estados Unidos con la opción X, que permite una adscripción no binaria del sexo. ... De esta forma se da respuesta a la demanda planteada por Dana Zzyym, una residente intersexual de Colorado, quien argumentó que era imposible obtener un pasaporte con su género exacto porque 'femenino' y 'masculino' eran las únicas opciones. En la presentación del pasaporte, Ned Price, portavoz del Departamento de Estado, explicó que así se atendían también las reivindicaciones de los colectivos LGTBQI+.
Publicidad
Este hecho resulta bastante representativo de otras muchas cuestiones en las que un problema práctico, cuya necesidad de solución concita un gran consenso social, obtiene respuesta apelando a principios o ideas que resultan socialmente conflictivos. En efecto, el problema de Dana Zzyym requería una respuesta legal, en la línea de lo que ya han hecho muchos países al admitir una opción para personas como ella, pero para eso no era preciso invocar, como ha hecho Price, las reclamaciones del colectivo LGTBQI+. Y es que la teoría queer va mucho más allá de la solución práctica de ese tipo de problemas; es una visión totalizante de la sociedad y del hombre.
Para empezar, una persona intersexual no es una persona transexual y, por otra parte, la libre determinación del género y la asunción de la teoría queer no es, seguramente, la mejor forma de resolver los problemas de las personas transexuales. Apelar a la libre determinación del sexo resulta muy conflictivo. En España permanece vivo, por ejemplo, el enfrentamiento entre las feministas, digamos, de toda la vida y las pretensiones del colectivo LGTB. Conspicuas feministas como Lidia Falcón o Amelia Valcárcel no están de acuerdo en absoluto en que ser mujer pase a ser una cuestión de mera autodeterminación subjetiva.
Estoy intentando razonar que, en muchas reivindicaciones que marcan la agenda política y social, se cumple un patrón según el cual se parte de una discriminación o de un problema social que requiere una solución, se postula a continuación una teoría explicativa amplia acerca del origen del problema y de su solución, y se acaban planteando unas exigencias prácticas que van más allá del problema que se necesitaba resolver. Es así como se genera un nuevo conflicto, debido a que algo en lo que había consenso mayoritario en cuanto a la necesidad de darle respuesta pasa a generar el enfrentamiento entre visiones diferentes de la sociedad.
Publicidad
La apelación a teorías que nos acaban dividiendo resulta recurrente en la forma que las sociedades tenemos de resolver nuestros problemas. Voy a poner un ejemplo muy diferente, relativo a la negativa que está habiendo en Estados Unidos para utilizar la mascarilla o para vacunarse. En ese rechazo, junto a cierta tradición anti-vacuna y a razones legítimas para no querer vacunarse, hay sesgos ideológicos procedentes de la teoría que allí llaman libertaria. El sentido banal de la libertad que opera en esa teoría lleva a muchos estadounidenses a sobrevalorar su libertad frente al bien común. En esa ideología, la necesidad real de poner límites a la tendencia controladora del Estado se transforma en una enmienda casi absoluta a las obligaciones frente a los demás. Comprobamos en este caso que la formulación de una teoría amplia sobre los límites del Estado frente a la libertad individual acaba trayendo consecuencias que van más allá de la legítima defensa de la libertad.
Podrían ponerse muchos más ejemplos. Baste los mencionados para mostrar que gran parte de la conflictividad social procede, no tanto del desacuerdo en cuanto a los bienes que se desean promover o proteger, cuanto de las razones que nos suministran las ideologías o, si se prefiere, las doctrinas comprehensivas -doctrinas que contienen una visión de conjunto de la vida humana y de la sociedad-, de las que hablaba Rawls. El 'pensamiento pack', al que pude referirme en esta misma tribuna meses atrás y que se caracteriza por juntar en el mismo paquete respuestas a cuestiones de distinta índole, agudiza la dificultad que encontramos para atender con independencia de criterio a problemas sociales y políticos en sí mismos diversos. Se enerva de este modo la conflictividad social. Las redes sociales, además, llevan al paroxismo la dificultad para desarrollar un criterio independiente.
Publicidad
Lo que pretendo sostener es que no son los bienes que valoramos lo que generalmente nos separa, sino las teorías que elaboramos sobre cómo alcanzarlos. Por eso representa una emergencia social la creación de espacios sociales de encuentro, estudio, diálogo y escucha. Resulta una tarea quizá trabajosa y paciente, pero es la única válida a la larga. La buena noticia es que los espacios de encuentro que la sociedad es capaz de generar tienen recorrido, porque las cosas importantes en las que estamos de acuerdo son muchas más que los desacuerdos que, de forma un tanto masoquista, nos empeñamos en subrayar.
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión