¿Quieres despedir a tu mascota? Puedes hacerlo en el nuevo canal de EL COMERCIO

Amnesia anterógrada

Da miedo con qué facilidad se nos olvida todo, incluso aquello que creímos imperdonable, y, como consecuencia, volvemos a cometer los mismos errores, cuando, por ejemplo, nos ponen una urna delante. Una y otra vez

Viernes, 23 de abril 2021

Hace muchos años, una amiga, para mi pasmo, me contó que tenía tan mala memoria que podía leer la misma novela de Agatha Christie varias ... veces porque cada vez que lo hacía le resultaba igual de enigmática.

Publicidad

Lo que no sabía entonces es que los tiempos que se acercaban a grandes zancadas, dispuestos a arrebatarnos agilidades y a regalarnos arrugas, traerían consigo no ya la desmemoria atribuible al deterioro, esa que hace que no encuentres un nombre cuando lo necesitas, o se te vaya el santo al cielo, o tengas que desandar el camino para solucionar los errores cometidos porque no podemos tenerlo todo presente. No, no solo era esa la pérdida con la que nos amenazaba el paso de los años y que, aunque con ganas de rebelarnos ante lo inevitable, sabíamos que terminaríamos por asumir como uno más de los peajes que hay que pagar por ir viviendo. Lo inesperado era esta otra forma de olvido, que se parece más a lo que le pasaba a mi amiga con las novelas policiacas, esa incapacidad (díganme por favor que no soy la única a la que le ocurre) para retener argumentos, detalles, personajes, contenido en general, de las series que vemos en plataformas, en atracones maratonianos. Empezó a ocurrirme hace años ya, cuando mi voracidad lectora me llevaba a leer varios libros a la semana de los que poco tiempo después me sentía incapaz de recordar la historia y casi cualquier detalle de la trama, y en cambio sí tenía presente y clarísimo todo lo que tuviera que ver con la estructura, los aspectos técnicos, incluso los errores que había detectado.

Bueno, pues parece que esto tiene que ver con un determinado tipo de amnesia, la anterógrada, que viene a consistir en la imposibilidad de fijar en la memoria a largo plazo lo que hemos incorporado a la memoria inmediata. O sea, que los capítulos que nos metemos entre pecho y espalda de una serie se diluirán en cuanto pase un tiempo, probablemente porque serán sustituidos por otros, y una serie más, y otra, y varias películas, y algunas novelas; una bulimia narrativa de consecuencias que empiezan a ser visibles. Consumimos ficción por toneladas, tenemos al alcance de nuestras manos toda la información que tampoco hacemos mucho esfuerzo en memorizar porque siempre estará ahí, para ser vista de nuevo, para ser consultada otra vez. Y a esa amnesia contribuye, me temo, el propio soporte, la propia forma de consumir, la ausencia de otras interacciones de los sentidos: el tamaño, el peso, la consistencia, las portadas de los libros o las carátulas, la liturgia de los cines, todo lo que contribuye a fijar en la memoria un contenido huidizo.

Quiero pensar que probablemente estamos en un momento evolutivo de la especie que concluirá cuando la memoria portátil (que ahora tiene forma de 'smartphone' y es algo independiente, pero cuya ausencia nos produce auténtica desazón y desnudez) se incorpore a nuestro cuerpo y no necesitemos almacenar gran cosa en la memoria porque todo estará ya en nosotros.

Publicidad

Entre tanto, todo parece indicar que por unas cosas u otras, vivimos, para nuestra desdicha, en una amnesia anterógrada preocupante: da miedo con qué facilidad se nos olvida todo, incluso aquello que creímos imperdonable, todos los 'hastaaquíhemosllegado', y como consecuencia, volvemos a cometer los mismos errores cuando, por ejemplo, nos ponen una urna delante. Una y otra vez.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

1 año por solo 16€

Publicidad