Tal vez no sea el lugar adecuado esta tribuna para que les llegue el 'grito de guerra' del viejo apache. Ese ¡ánimo muchachos!, que permite ... relajar el ambiente y la tensión. Lo exclamo a mis alumnos (utilizo el masculino como genérico) cuando están absortos, concentrados y aletea un aura de nerviosismo en los exámenes. Se merecen estas palabras a través de EL COMERCIO, porque no se han podido pronunciar en el sitio que corresponde: el día de esa celebración tan especial que es la graduación, con discurso incluido, y que iba acompañada de una cena de confraternidad entre profesores y alumnos. Os dedico estas líneas a todos -independientemente de que hayáis sido mis alumnos o no- los que formáis parte de la promoción 2015-2021, que estos días se enfrentan con entereza y nervios desbocados a las pruebas de la EBAU.
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Han sido dos cursos, 2019-2020 y 2020-2021, marcados por la pandemia de la covid-19. Extremadamente difíciles para ellos, para los profesores y cómo no, para sus progenitores. Pero los retos se han superado con fuerza de voluntad, infinita paciencia e intentando, en la medida de lo posible, que pareciese normal una situación excepcional. Los rostros tapados con las molestas mascarillas, lavándonos las manos montones de veces, limpiando las mesas con geles hidroalcohólicos, guardando la distancia de seguridad -cosa harto difícil-, conectados en la distancia a través de la plataforma Teams... Por todo eso, no quiero que quede en el olvido una promoción que perdió, en estos dos cursos, experiencias y emociones importantes. No han desarrollado actividades extraescolares y no fueron de viaje de estudios. Ese viaje anhelado, que para muchos era el primero que hacían sin los padres y que compartían llenos de entusiasmo con amigos y compañeros. Se hará una entrega simbólica de diplomas, pero no será la fiesta de graduación que os merecéis.
Sois una promoción que no caeréis en el olvido. A la que agradezco infinitamente la resiliencia mostrada porque habéis dado lo mejor de vosotros mismos. Independientemente de las circunstancias adversas, podemos hacer un balance positivo. Os habéis puesto a prueba, aunque el lado agradable de la vida se haya evaporado y parezca que no apareció en ningún momento de esta pesadilla. No olvidéis que la forma de vida siempre se elige dentro de los límites y las condiciones que nos vienen impuestas.
Habéis concluido la adolescencia, esa etapa del camino caracterizada por las tormentas hormonales segregadas en la sangre por las glándulas endocrinas, que toman el poder sobre el cerebro y nos hacen actuar de manera errática, en la que habitan rebeldías e inadaptaciones. Habéis dejado atrás esa época de deseos, en la que muchas veces no sabemos lo que queremos. A ese tiempo de la vida lleno de profundas incertidumbres se sumó una pandemia en una fase en la que sois extremadamente frágiles, estáis buscando vuestro lugar en el mundo y habéis tenido que prescindir del contacto con el grupo de amigos.
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Confío en vosotros. Lejos de esas imágenes transmitidas hasta la saciedad de jóvenes irresponsables y botelloneros, habéis demostrado sobradamente estar a la altura de las circunstancias. Espero que se cumplan vuestras ambiciones, deseos e inquietudes. No dejéis nunca la esperanza, que no está ligada solo al conocimiento sino, sobre todo, a la voluntad. Esa fuerza que nos mueve desde dentro para seguir avanzando cuando las cosas se complican y la desesperación se cierne sobre nosotros. Y cuando el transcurso del tiempo haga palidecer las fotografías de la orla que cuelga en la pared, recordad estos tiempos convulsos con el entusiasmo de la tenacidad, el arrojo, la paciencia y la perseverancia que habéis sacado de vosotros mismos, que quedarán siempre en vuestra memoria porque habéis sabido educar la voluntad.
Y no dejéis nunca que la hipertrofia del uso de artefactos tecnológicos, que nos sirvieron para salvar el bache, os quiten la serenidad y lo que de ella se deriva: el hábito de dedicar un tiempo a la lectura, la reflexión y el amor a la sabiduría.
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