Apuntes sobrela psicología de un títere

El títere político es un impostor, porque ocupa un espacio de representación necesario para la organización de la convivencia y lo convierte en lugar de permanente confrontación, en destrucción de todo, en negatividad

Jueves, 6 de enero 2022, 22:35

El títere anda subido cada día en los andamios del desatino, que son como los palos pringosos del gallinero inmundo, para gritar escozores y componer ... pataletas, para sentirse necesario en la carrera absurda de la política inútil, para predicar el apocalipsis sin ofrecer un solo grano de trigo. Títere es quien se deja manejar, quien actúa ligeramente o sin fundamento, quien vagabundea de frase en frase por la cloaca de las intenciones perversas, quien teatraliza el dolor ajeno para provecho propio, quien se convierte en pluma o en polvo o en veleta mudable e inconsistente que zarandea el viento de la oportunidad. ¡Ay títere de los vaticinios ciegos! Los títeres insultan, escupen confusión, no argumentan, mienten a sabiendas. Tal vez el títere se haya escapado de una obra de Beckett y ande voceando por los palos del gallinero buscando un papel. El títere no tiene papel. Se coloca el traje oscuro del nihilismo para aparentar solidez, pero el traje no le pertenece, el paño se agrieta, las costuras revientan. ¡Ay títere de los desengaños! ¡El títere nihilista! ¡Quién lo diría! Expresa su crítica negativa respecto a todo sin estar dispuesto a actuar de ninguna manera, sin construir positivamente nada concreto, sin proponer ninguna alternativa razonable. El títere va como pollo sin cabeza. ¡Ay qué atribulado va el títere! Presume de conservador y no sabe que lleva puesto el traje de aquel nihilista que se subió a la columna de los desiertos. Pretende ser profundo y cada vez que cacarea se convierte en cínico. ¡Ay títere de la contradicción! Debido a sus movimientos constantes (los palos de gallinero es lo que tienen), a su amarga negatividad, a la enfermiza contradicción de su pensamiento, el títere es un personaje difícil de imaginar y, por tanto, difícil de soportar. Es inseguro, pero arrogante. Es irracional, pero provocador y colérico. Es un héroe sin contexto. Es el héroe solitario y cabreado de su propia guerra, de su exclusivo y triste libreto, y se debate en batallas aburridas e interminables. El títere se convierte a menudo en narciso, en caricatura de sí mismo, en fantasma de su ración de terror. ¡Ay títere de las codicias! El títere cree a ojos ciegos que si todo va mal, si se impone la destrucción y el fracaso en nuestra sociedad, si se resquebraja la convivencia, entonces, a él, le irá bien, y se imagina saltando y brillando en medio de los escombros, como el caballo blanco de Santiago. ¡Ay títere del Cierra España! A la manera de aquellos nihilistas que describe Dostoievski en 'Los demonios', en su afán desaforado por destruir se olvida el títere de proponer cómo y qué se construirá cuando todo se haya derrumbado. En realidad el títere no sabe que es nihilista, porque no sabe que es títere, porque no distingue el púlpito del palo del gallinero, porque no tiene convicciones ideológicas propias. El títere es demoníaco y se cree autosuficiente. ¡Ay títere de Cuanto Peor Mejor! El títere se tambalea y vacila, se agarra a los clavos ardiendo, que son como el fundamento de las hogueras de las vanidades y los engaños. El títere ya no es capaz de soñar más que con su propia ventaja. Incluso les disputa el palo pringoso a los gallos y las gallinas del gallinero que lo parió. Olvidó el ideal del que un día partió y no sabe que ahora habita en el callejón sin salida. Las contradicciones constantes del títere y su enfermiza negatividad determinarán su destino. ¡Ay títere de los fracasos inadvertidos! Será una pluma que aleje el viento de la concordia y de la racionalidad, y se irá gritando improperios de palo en palo, proclamando la ilegitimidad del mismísimo viento. ¡Ay qué negativo es el títere!

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El títere político es un impostor porque ocupa un espacio de representación necesario para la organización de la convivencia y lo convierte en lugar de permanente confrontación, en destrucción de todo, en negatividad. El títere se proclama heredero de no sé qué sagrados principios o valores universales y eternos y al hacerlo le tiemblan sus alteradas meninges y le brota la impostura por los poros de su mesiánica piel. ¡Ay qué trasnochado está el títere! ¡Ay qué golpe se va a pegar cuando la concordia y la sana convivencia resquebrajen el palo del gallinero!

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