El camino sin fin hacia la democracia plena

Democracia es imperfección y, por tanto, transformación constante. La existencia de clasificaciones como la de 'The Economist' prueba su carácter dinámico

Viernes, 19 de febrero 2021, 21:54

Nuestra Constitución defiende la soberanía del pueblo y el derecho de todos los ciudadanos a elegir y controlar a sus gobernantes, así que nuestro sistema ... político es la democracia. No cabe duda. Pero democracia no es perfección, ni recorrido alcanzado de forma definitiva. Democracia es cambio, avance, dinamismo. Es imperfección y, por tanto, transformación constante. La existencia de índices o clasificaciones como la realizada por 'The Economist', es la prueba más evidente del carácter dinámico de la aplicación democrática. Se analizan sesenta indicadores que van desde los procesos de participación y cultura política, hasta la confianza en instituciones o las libertades civiles. El análisis de la evolución de los resultados de los últimos años apunta incertidumbre en cuanto al avance de la democracia en el mundo. En 2019 España se sitúa en el puesto 19, por detrás de Irlanda (6), Uruguay (15) o Malta (18) y por delante de Estados Unidos (25), Francia (29) o Italia (33) Otros análisis nos sitúan entre las 23 democracias plenas del mundo. La democracia perfecta no existe, pero existe un camino hacia esa perfección, aunque sea interminable. Conviene distanciarse a veces de la pureza de los conceptos para apreciar mejor su carácter dinámico. Para que el camino sea efectivo y regenerador, la crítica y la solidaridad deben arrinconar a la resignación y al egoísmo. Callar es mostrar que no se quiere valorar nada ni a nadie ni desear ningún cambio que oriente hacia la justicia. Pero la indignación nada vale si no va seguida de compromiso. La democracia exige una revisión permanente de sí misma.

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Señalo algunas cuestiones por resolver para avanzar en la pureza democrática: reforma de una ley electoral que favorece a los partidos mayoritarios, para hacerla más representativa; eliminación de listas cerradas; restricción de la disciplina de voto ajustándola únicamente a cuestiones comprometidas en los programas electorales; avance en una separación más efectiva de los poderes; mejora en las leyes de incompatibilidad durante y después del ejercicio político; control más exhaustivo y transparente de los contratos públicos; eliminación de los paraísos fiscales y del dinero negro y de los trabajos sin registrar; persecución activa del fraude fiscal; incremento de la progresividad de los impuestos; fomento de los intercambios migratorios en régimen de igualdad; erradicación definitiva de la pobreza extrema; persecución sin tregua de todas las explotaciones; ampliación de las fronteras de la libertad de expresión y definición nítida de sus límites, y, sobre todo, control de la soberanía popular sobre una economía de mercado deshumanizada, evitando la especulación indigna en productos básicos, sanidad, educación o energías de supervivencia. Sólo son algunos aspectos, que a mi modo de ver, contribuirían al avance en el desarrollo de la democracia. Hay muchos más.

La política es el quehacer ordenado hacia el bien común. No hay sociedad sin política. Sin embargo, como consecuencia de los engaños, tropelías y desmanes de algunos representantes políticos y de la proliferación en todo el territorio nacional y en todos los ámbitos, públicos y privados, de asuntos de corrupción, el concepto de la política se ha visto mancillado, encogido y despreciado. A la corrupción se añade la incompetencia para el entendimiento, y la absurda confrontación, con lo cual, el lenguaje político imperante no sólo no resuelve el desprestigio de la política, sino que lo agrava. La mediocridad en el discurso político le hace un daño considerable a la democracia.

A veces conviene repasar la historia. El poeta griego Solón (siglo VI A.C.) fue el precursor de la democracia griega y, por lo tanto, de todas las democracias. Nombrado árbitro político de Atenas, decretó la nulidad de las deudas que esclavizaban a la población y la prohibición de avalar préstamos con la libertad personal, situando al ser humano por encima de la riqueza, arrancó los mojones de los campos para eliminar cánones de servidumbre, limitó el derecho de herencia y la extensión de tierra que un solo hombre podía poseer y posibilitó que los desheredados fueran miembros de derecho en la nueva asamblea. Solón sembraría la semilla de las futuras democracias vinculando la soberanía no a la riqueza, sino al individuo, corrigiendo la desigualdad y procurando que la libertad no estuviera vinculada a la posesión de recursos. Se iniciaba un camino en la búsqueda de la justicia social y la democracia que veintiséis siglos después aún no está concluido, porque es un maravilloso camino sin fin.

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