La casa refugio

Desde que empezamos a gatear aprendemos a construir casas refugio, que son el reflejo de la casa perenne, y lo hacemos con trozos de madera, con cartones o con los cojines del sofá

La casa es la representación de la intimidad tranquila, de la protección suprema. En la casa siempre hay descanso, término, asentamiento definitivo. Las paredes ... y el tejado son delimitaciones del descanso, señales de la llegada, por eso una cabaña es más casa que un rascacielos. En la casa refugio se detiene la vida en el cobijo del sueño y en el reposo de la intimidad.

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Una vez tuve una casa que era como un abrazo porque me protegía de la inmensidad que se presentía afuera. Estaba en el centro del mundo y, fuera de ella, sólo existía el abismo. Era un rincón modesto con corredor, desván y cocina de carbón. En ella había sabiduría, memoria, caricias y ladrillos calientes que espantaban la humedad de las sábanas de soñar.

Todos necesitamos esa casa del recogimiento, del reconocimiento y de la acogida, esa casa a la que siempre queremos regresar, esa casa que no es edificio, sino estancia, una prolongación de aquella casa primera del abrazo y del regazo de la madre que nos parió. Desde que empezamos a gatear aprendemos a construir casas refugio, que son el reflejo de la casa perenne, y lo hacemos con trozos de madera, con cartones o con los cojines del sofá. Cuando salimos a compartir el tiempo de los juegos, también seguimos significando el valor salvador de la casa, y en muchos juegos hay una madre-casa que nos salva de los castigos.

La casa es el lugar al que siempre se vuelve, al que uno regresa después de los extravíos o de las ruinas abruptas o de los cantos de sirena o de los vacíos o de los vientos aullantes que nos llevaron a cavernas de amor sin salida. De la casa surgen tanto el concepto de eternidad como el de paraíso perdido, porque la casa es el tiempo del principio y del final, es decir, el espejo que resume lo que somos.

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La casa tiene dos caras, como la propia existencia, la cara de la vida y la cara de la muerte, los cimientos de la tierra y la techumbre del cielo. Es casa que te despide y casa que te recibe. Es la casa en la que se nace y se duerme y la casa que durante toda la vida se sueña. También la escritura es nostalgia y es regreso, una forma artificiosa de reconstruir aquella estancia original que también estaba hecha de palabras. Así que escribir es regresar a casa.

El hombre una vez construyó (para desplazarse por el río de los fluidos maternos) una barca, que tenía forma de cuna y unos remos que eran como los brazos que todo lo alcanzan, y después inventó los coches que son apuntes irreales y nostálgicos de la casa que no está y que nos van desplazando de vacío en vacío en ilusoria intimidad. A base de barcas y de coches y de casas volantes y de las tiendas de las campañas sin terminar vamos alimentando la nostalgia de la casa perdida, pero el fuego de estas casas mentira no calienta, no orienta ni reúne, así que un día volvemos para que lo que fuimos y lo que somos se sienten a conversar. El regreso es reflexión, y también aceptación de la muerte, que es la forma más racional de llenar la vida. En todas las culturas y en todos los tiempos existe un deseo de ser enterrado en el lugar del nacimiento, porque la tumba es una cuna reconvertida, es una casa en la que se cierran definitivamente puertas y ventanas.

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La casa a la que vuelvo no es una casa que poseo, sino una casa de la que soy, no es una casa que construyo, sino que es ella quien me construye a mí. Es una casa que tiene ventanas para mirar el mundo, una casa para los amparos, los encuentros, el amor y la hospitalidad. Los poetas saben mucho de esta casa de la que yo hablo, en realidad ellos me enseñaron a reconocerla. En esa casa que me parió y a la que regreso para seguir existiendo había un corredor que acercaba los horizontes, con geranios de resurrección y libros de siempre jamás, y había bombillas de la esperanza que se encendían a besos y se apagaban soplando. Si nos faltara esa casa a la que volver, se acabaría nuestra existencia.

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