Creemos que no es posible, que no existen, pero ahí están. Nos parece superado, como si ese tipo de situaciones y personas habitaran únicamente en ... el reino de los trasnochados tópicos y de las caricaturas, que esas cosas, después de tanto tiempo tendrían que ser como mucho, excepción.
Publicidad
Hasta que las vemos.
Mi amiga S. dejó su trabajo en una empresa después de casi treinta años. Treinta años de eficiencia absoluta, de rendimiento total, de trabajo ejemplar, sin dar problemas, valorada por los clientes con los que se relacionaba y por los jefes que se fueron sucediendo a lo largo de ese tiempo. Una trabajadora de esas que a todo el mundo le gustaría tener.
Pero entonces llegó el cenutrio, ufano con su mando recién adquirido. La forma en que pudo haberlo obtenido no era ningún secreto para los trabajadores de la empresa: había ido ganándose la confianza y el favor de los Grandes Jefes, no por su inteligencia de la que era evidente que carecía, sino por su capacidad para crear temor y desasosiego en quienes le rodeaban y por la premura con que daba cuenta a la superioridad de cualquier atisbo de falta, acusica anclado en el patio del colegio, de los comentarios escuchados en la cantina para los que tenía un oído privilegiado. Y por increíble que nos resulte, en estos tiempos de psicología, 'mindfulness' aplicado a la empresa, motivación, técnicas diversas para sacar lo mejor de los empleados, aún existen estructuras antiguas que durante decenios han obtenido buenos resultados atemorizando y sometiendo (a veces con sutileza y la mayoría sin ella), y continúan, convencidos de que todo eso de la motivación empresarial es una modernez: al final, los trabajadores solo responden al temor de perder su trabajo, que hay que ver cómo es de cómplice la situación y qué bien nos vino la crisis para que a ninguno le diera por salirse del tiesto.
Sobra decir que los cenutrios con mando, que en su práctica totalidad son hombres, tienen otra característica que los hermana en cualquier empresa y en cualquier geografía: a pesar de su jactancia, del gesto de suficiencia con que se ajustan la corbata y tratan de disimular la prominencia de su estómago mientras se juran que reducirán la ingesta de copas y serán más asiduos al gimnasio, en el fondo de sí mismos saben que no son tan listos. Que valen por lo que son capaces de controlar, pero que cualquiera de los trabajadores con titulaciones universitarias son un auténtico peligro. Esos cenutrios con mando temen particularmente a las mujeres, que serían quienes evidenciarían esa inanidad y que pondrían en peligro su situación y a ver a dónde van con ese currículum chusquero si caen en desgracia.
Publicidad
Por eso machacan sistemáticamente, en especial a quien saben amenaza y no porque se lo haya propuesto sino porque no puede evitar ser más inteligente, más hábil, más despierta, más eficiente. Por eso, con su arbitrariedad, su mala educación, su persecución, sus intentos de humillar, terminan por suscitar problemas de sueño, angustia, desazón, impotencia.
Por eso al final consiguen que gente valiosa, como mi amiga S, tenga que terminar por elegir la salud al trabajo. Porque a pesar de todo, los cenutrios con mando son útiles para los Grandes Jefes. Los mismos que se llenan la boca hablando de motivación (que solo conocen de oídas), pero se limitan a sugerir, cuando una trabajadora se queja de arbitrariedades, si no será un malentendido, mujer…
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión