El gol de Cultura al patrimonio de Asturias

GALERÍA DEL NÁUFRAGO ·

Ramón Avello

Gijón

Sábado, 1 de mayo 2021, 02:15

En enero de 1920, en el catálogo de la casa Segre se anunciaba la subasta de 'Fortuna balnearia', el altar votivo que dedicó Pompeio Peregrinanum, ... el primer romano gijonés del que conocemos el nombre, a la salud de los suyos. La subasta no se llevó a cabo. Una pieza arqueológica de este valor no podía salir de Asturias. La 'Fortuna Balnearia' fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC) y me imagino que en un futuro se expondrá en la Tabacalera, futuro museo, si no se hacen tonterías, de Gijón.

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Frente a esta historia del patrimonio asturiano que termina bien, tenemos otra no tan afortunada: el troceo de la colección Ezequiel y Fortunato Selgas que está llevando a cabo el patronato de la Fundación Selgas-Fagalde. En la introducción del libro 'La Quinta', escrito por Cruz Morales Saro, el presidente de la Fundación, Gregorio Peña-Varona, escribe sobre el compromiso de conservar el palacio de los Selgas, manteniendo el sentido con el que fue edificado y proyectando el conocimiento de la misma a toda la sociedad. Precisamente, para reforzar el entrañamiento de la Fundación Selgas-Fagalde con la sociedad asturiana, entre sus patronos están la Universidad de Oviedo, la alcaldía de Cudillero y el Principado de Asturias a través de la Consejería de Cultura.

La colección artística creada por Ezequiel y Fortunato Selgas es, al igual que los jardines, el invernadero o el propio edificio, una parte integral e indisoluble de 'la Quinta' de los Selgas. Enajenarla, venderla, es el principio de un expolio tan inaceptable como sería parcelar en solares el jardín para su venta. Y hacerlo con el beneplácito o el desconocimiento de la consejera de Cultura y las otras entidades, es una vergüenza para todos los asturianos. Lo de la venta del Goya al Prado, en mi opinión, no es de recibo. Pero es más grave el intento de vender el boceto de 'la Inmaculada' del Greco al Museo de Budapest, y que al final se detuvo, no por protestas de los patrones, sino gracias a la intervención del Patrimonio Nacional. Mientras tanto, la consejera de Cultura, en la higuera.

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