Los que crecimos con el Naranjito y fuimos testigos de la mayor estafa que se ha visto en el fútbol mundial en los últimos 50 ... años, como fue aquel inefable Alemania-Austria en El Molinón, soñábamos con volver a vivir en nuestra tierra la pasión futbolera que siempre es un Mundial. Soñar es gratis, pero organizar un evento de estas características no. Es caro, mucho, como se ha visto esta semana con esa suerte de impuesto revolucionario que la siempre 'limpia' FIFA impone al Ayuntamiento de Gijón. Cincuenta milloncejos de nada le costaría al Consistorio gijonés ser sede del Mundial 2030 que empezó organizando España y Portugal, se sumó luego Marruecos, más tarde Ucrania (se cayó) y, ya de forma definitiva, nos arrejuntamos con Argentina, Uruguay y Paraguay. No descartamos que en próximas fechas se sume el Vaticano, Andorra, Papúa Nueva Guinea y el tercero izquierda del bloque 6 de la avenida Abdinghof de Paderborn, en Alemania.
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Cincuenta kilos le pide al Ayuntamiento gijonés la siempre 'limpia' FIFA, que como todos sabemos no es nada sospechosa de repartir cargos y organizaciones de campeonatos en función del sobre que se aporte o de los petrodólares de regímenes totalitarios donde los derechos humanos son inexistentes.
El equipo de gobierno gijonés no acepta el chantaje de FIFA. Un mundial no puede suponer hipotecar a toda una ciudad, y menos cuando la candidatura despierta demasiadas dudas. Primero, porque en el caso de que Gijón fuera sede, ¿cuántos partidos acogería? ¿Uno? ¿Dos, a lo sumo? Luego porque la reforma de El Molinón, ¿cómo se va a pagar? Orlegi, la propiedad del Sporting, que realmente es la que impulsa la candidatura, es incapaz de aclarar cómo, cuándo y de qué forma se va a financiar el nuevo estadio, porque desde el Gobierno de España ya se ha dicho que dinero para campos de fútbol no habrá.
Son muchas las dudas que la candidatura despierta. El equipo de gobierno municipal ha reaccionado a tiempo y ha puesto sensatez donde no la hay.
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