Contra la demagogia, práctica democrática
Las declaraciones a favor de estos indultos, como una forma de aunar consensos para que algo se mueva definitivamente en el camino hacia la concordia, aumentan y son cada vez más significativas
Contra la soberbia, humildad. Contra la ira, paciencia. Contra la demagogia, práctica democrática. La demagogia es una estrategia consciente que consiste en utilizar adulaciones gratuitas, ... marrullerías o falsas promesas que son populares, pero imposibles de cumplir para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política. En la demagogia hay un actor que finge y engaña a sabiendas y un público que se abandona a la palabrería biensonante o la creencia ciega. El demagogo apela a los prejuicios y a las emociones de un pueblo ávido de esperanza. En esta estrategia ocupan un papel importante tanto la ignorancia de los engañados como la capacidad de persuasión del manipulador.
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A propósito de los indultos a los independentistas catalanes (en la cárcel desde 2017 y 2018) la demagogia se ha propagado como una peste (si no lo había hecho ya suficiente a raíz de la pandemia). El indulto no es una medida judicial, no cuestiona la justicia ni las penas, no pone en duda la condena. El indulto es el perdón de la pena, no del delito, así que el indultado sigue siendo culpable. El indulto no afecta a la pena de inhabilitación para cargos públicos, no exige el arrepentimiento por parte del indultado y es potestad del Consejo de Ministros cuya decisión debe fundarse en razones de equidad, oportunidad o conveniencia pública. Es por tanto una decisión política, que puede ser compartida o no y que, por supuesto, puede ser discutida atendiendo a la conveniencia de cualquiera de las razones que lo fundamentan. En 1998 el presidente Aznar indultó a más de 1.300 personas, incluidos los condenados por el caso GAL. Es un ejemplo, pero todos los presidentes, de todos los signos, han indultado a cientos de penados atendiendo a las razones que expone la ley. Todos los indultos son legales y contienen un aspecto integrador del estado de derecho. Perdonar es crecer. Solo es un paso.
En el caso de estos indultos el beneficio no es tanto para los penados como para la sociedad catalana, que los demanda en un porcentaje abrumador. Además, han mostrado su apoyo sindicatos, empresarios, obispos y banqueros. El Parlamento (donde reside la soberanía popular) se ha mostrado favorable en votación (190 contra 153). Las declaraciones a favor de estos indultos, como una forma de aunar consensos para que algo se mueva definitivamente en el camino hacia la concordia, aumentan y son cada vez más significativas. Por esto los demagogos andan tristes y desorientados (y su demagogia se vuelve obscena), porque no se limitan a expresar dudas razonables o a exponer argumentos serenos contra la oportunidad o a discutir criterios de equidad u oportunidad, sino que desesperadamente echan mano de la manipulación, los insultos y la mala voluntad. La demagogia permanente es agotadora y estéril.
Pienso que los indultos pretenden el equilibrio, la normalidad, la estabilidad y el diálogo. Creo que son un mazazo político a la demagogia que vienen utilizando desde hace años tanto los independentistas más exacerbados como los conservadores más entusiastas. Estoy a favor de estos indultos, porque creo firmemente que suponen un paso hacia el encuentro, hacia la serena reconciliación, hacia la convivencia perdida. Y este apoyo no me convierte en cómplice de golpismo, como dicen los demagogos. Nadie fue condenado por golpista. Apoyar esta medida política de gracia no significa estar a favor de la ruptura de España. Es ofensivamente falso el repetido y cansino dilema. Se puede estar en contra, pero sin necesidad de manipulaciones y mentiras.
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Nuestra democracia debe señalar tanto a las demagogias rancias como a las distópicas declaraciones unilaterales de independencia. Para avanzar será imprescindible reconocer errores. No se trata de crear ilusiones desmedidas, ni de lograr unanimidades, pero sí de determinar y fortalecer las premisas compartidas, sin más líneas rojas que aquellas que señale la legalidad. No será fácil el recorrido. Se escuchan ronquidos ancestrales desde los templos políticos de la demagogia. El populismo siempre es una herramienta peligrosa, pero disponible. Incluso gana elecciones. Intentarán dinamitar cada uno de los pasos adelante, por mínimo que sea, y de ahí la importancia de explicar con transparencia y argumentos sólidos cada acercamiento. En cada paso la ganancia debe ser compartida y será necesaria la revisión de nociones trasnochadas. Lo contrario de la demagogia rancia y estéril es la praxis democrática.
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