Discontinuidad y diversidad
Confieso que en todos estos meses he tenido giros de opinión sobre si es más pertinente una gestión centralizada de la pandemia o apostar por la diversidad y el autogobierno regional. Esa diversidad que no se ha aplicado en el tema del lobo
Los cierres perimetrales, algunos ya prorrogados, de numerosos concejos de Asturias, dibujan un mapa regional con casillas blancas y negras, como un tablero de juegos, ... imponiendo una discontinuidad del territorio que poco tiene que ver con los hábitos de la ciudadanía y con la unidad histórica y geográfica de nuestro Principado.
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Es curioso, porque siempre se ha destacado lo contrario en muchas zonas de la comunidad donde, en los suelos urbanos, el comienzo de un término municipal es visualmente difícil de segregar del final del contiguo. Algunos concejos del Valle del Nalón lo saben bien; igual que Oviedo y Siero o el viejo alfoz de Avilés, por poner ejemplos tópicos. Para quien no sea residente, máxime si no hay señalización, distinguir dónde empieza y dónde acaba la competencia de un ayuntamiento es como debatir sobre el sexo de los ángeles. Pero, ahora, cuando dos municipios vecinos estén en diferente nivel de medidas antipandemia, habrá que respetar esas fronteras imperceptibles para evitarnos más problemas. Aunque, desgraciadamente, dada justamente la tradicional movilidad de estas áreas supramunicipales y su densidad de población, está produciéndose una igualación, pero para mal: todos aislados.
Incluso, pese a nuestra endiablada orografía, las relaciones familiares y comerciales, las identidades culturales y la prestación de servicios sanitarios, sociales o educativos llevan a que el movimiento de la población también sea una realidad cotidiana en concejos del oriente y occidente de Asturias. Flujos y tránsitos que, en poblaciones limítrofes con otras comunidades autónomas no suelen pararse en la raya divisoria o en los ríos que nos separan de Galicia o Cantabria. Son, pues, tiempos duros, con un rígido deber jurídico de soportar, como rara vez pude ejemplificar en muchos años de docencia.
Aunque ya no es la primera vez que sufro un cierre perimetral para salir de mi municipio urbano, añado, ahora, mi imposibilidad de entrar al concejo de Valdés, con el que vivo en deuda afectiva. Y pienso que un municipio tan relacionado con sus colindantes (Cudillero, Navia, Villayón, Tineo y Salas), de quedarse largamente aislado, pese a las excepciones legales, dejaría de ser lo que es. La esencia de este término no está sólo en la riqueza de todo orden de Luarca y demás núcleos; lo es también el puerto de La Espina -mi Finisterre de niño en Salas-, o el río y la playa de Barayo o el legado vaqueiro y tantas cosas que nos hacen ver que las relaciones humanas no se pueden amurallar porque es ir contra una realidad, en algunos casos milenaria.
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Estas duras restricciones, en la medida en que, de no ser por el drama sanitario, irían contra natura, pueden parecernos un abuso de autoridad y un tormento. Pero cotejando valores y derechos más importantes, a la vista de lo que está costando doblegar la curva de contagios, hospitalizaciones y muertes, queda claro cuál es el bien más importante a proteger. Siempre desde un principio de proporcionalidad, tan complicado de aplicar en esta realidad dramática y mutante. El impacto en la hostelería, en numerosos comercios; en empresas y en autónomos o en el sector educativo, así como el esfuerzo sobrehumano de los profesionales de la salud y otros grupos de primera línea de fuego, nos están pasando factura y aún quedan comandas por apuntar. Pero, como muy sensatamente ha afirmado el presidente Barbón, no estamos para plantearnos el 'salvar' la Semana Santa, con vuelta a la casilla de salida.
Confieso que en todos estos meses he tenido dudas y giros en mi opinión sobre si es más pertinente una gestión más centralizada de la situación o más respetuosa con la diversidad epidemiológica de cada territorio, para evitar actuaciones o declaraciones estridentes en algunas comunidades. Al final, llego a pensar que se ha actuado con un cierto equilibrio entre ambas posiciones, lo que no es tarea fácil, por más que el Principado entendiera, creo que con fundamento, que endurecer unos días las limitaciones podría suponer una mejoría sensible a corto plazo.
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Debate, ya añejo, de la eficacia o la disfuncionalidad de apostar por la diversidad y el autogobierno regional. Esa diversidad que no se ha aplicado con el polémico tema del lobo.
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