Una economía que funcione

A la nueva frontera no se llega desde las infraestructuras, sino desde nuestras ideas

Lo primero es expresar nuestro agradecimiento a los tres gobiernos autonómicos por su iniciativa para alcanzar un futuro para el Noroeste y en consecuencia organizar ... el encuentro de Santiago de Compostela del pasado 27 de enero, en el que firmaron la declaración institucional de impulso al Corredor Atlántico Noroeste de ferrocarril. En ella desglosaron, sobre la base de un estudio de la Fundación Logística de Galicia, las inversiones a exigir al Gobierno de España, cifradas en 7.884,3 millones. Las peticiones de este encuentro se pueden sintetizar en una red ferroviaria de mercancías dotada de las condiciones estándar europeas. Esa fue una propuesta que iniciaron en 2016 una serie de ciudadanos innominados que cedieron la antorcha a los poderosos empresarios. Ello dio lugar a un intento de las cámaras de Comercio y federaciones empresariales. Después las federaciones siguieron solas al crear la Plataforma Atlántico Noroeste, que certificó su defunción con este acto a través del cual los gobiernos autonómicos recogen la antorcha.

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En este momento de gloria queremos recordar la idea inicial: el camino hacia la nueva frontera no son ni los trenes, ni las infraestructuras, ni lo que otros nos den, sino tener una economía que funcione, produzca y venda en el mundo. Por eso aunque nos lo construyen todo, e incluso lo pongan en servicio. si nosotros no creamos actividades no habrá tráfico y la infraestructura morirá. Y, lo que es peor, el Noroeste también morirá al no generar riqueza; salvo que queramos vivir tranquilos como animales domésticos en una granja propiedad de España. Llegar a la meta implica hacer, todos de la mano, el camino con inteligencia, prudencia y valentía para crear, innovar y emprender, tras abandonar el egoísmo, la endogamia, el localismo, el servilismo y el clientelismo.

Cambiando la letra, pero no la música, ponemos el ejemplo de Asturias al decir que para desarrollar la misión es necesario crear sinergias, para que todo lo que tenemos sobreabundante (dos autoridades portuarias, tres cámaras de Comercio y una patronal, Fade, que se entretienen con sus cuitas y lloriqueos localistas) funcione acompasado, con un objetivo común. Y para que en una región de menos de un millón de habitantes actuemos coordinadamente, sin perdernos en los vericuetos de una Torre de Babel con tres lenguas oficiales. Ya que somos tan ricos que tenemos las cosas duplicadas o triplicadas, al menos tiremos todos para el mismo lado.

Añadimos que difícilmente se puede emprender camino de crecimiento alguno si no se es capaz de saber a dónde se quiere ir. Tampoco puede desdeñarse la necesidad de abordar la transición desde una economía dual (centro urbano e industrial y periferia agraria despoblada) hacia una economía distribuida espacialmente. Ello hoy se puede abordar con una tecnología que fusione lo físico, lo digital y lo biológico, para lo cual todas las infraestructuras (físicas, inalámbricas o informáticas solo son una herramienta, cualitativamente no distinta al hacha de silex) deben estar al servicio de la evolución humana. No podemos seguir con el mantra de si el AVE llega tres meses más tarde de lo anunciado o de si se va a tardar más o menos de tres horas en llegar a Madrid. O de si nos faltan 'cuatro apartaderos' para que 'pase' una autopista ferroviaria que ni tiene tráfico ni lo tendrá si no creamos demanda para ella, lo que exige generar actividad para que haya exportaciones, importaciones y tránsito en nuestra fronteras, que son los puertos.

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Recordamos también que, como bien dijeron los presidentes, no debemos ser más o menos que nadie. Ello, unido a que nada es gratis, implica que el Gobierno de España debe racionalizar las inversiones para que todos los corredores que van planteándose (Mediterráneo, Atlantico, Noroeste, Ruta de la Plata, Lisboa-Madrid-Valencia, Extremadura-Andalucía, Cantábrico- Mediterráneo) compongan una España que funcione en malla (esto ya lo propuso en el siglo XVIII, con poco éxito, Jovellanos) e interconectada con el mundo a través de los puertos y de las fronteras terrestres. Por ello es necesario que, al final, toda nuestra red ferroviaria tenga condiciones estándar europeas, así como que ella y la viaria formen parte de un sistema de transporte multimodal. Pues mientras no vivamos todos en colmenas alrededor de las estaciones, eso de que la carretera solo está para la 'última milla' no deja de ser una milonga. Asimismo recordamos que ni la carretera ni la vía son contaminantes, lo son los vehículos, por eso hay que decir que los camiones y autobuses cada vez son más limpios y eficiente, así como que con el hidrógeno, la informática y los sistemas de localización pronto podrán contaminar cero y ser incluso guiados automáticamente.

Otra cuestión general la planteó en Santiago la CEOE, al pedir la colaboración público-privada, en lo que estamos de acuerdo. Añadió que eso suponía que la Administración debería consultarles e invertir del modo más favorable a sus intereses. En ello estamos de acuerdo solo en parte, pues, la Administración debe invertir en beneficio de todos los ciudadanos. Por tanto, ayudar a las empresas es correcto siempre y cuando los beneficios se repartan entre el Estado y ellas en función de su respectiva actuación. Ello es ahora esencial, pues los grandes cambios de paradigma exigen unas inversiones brutales y arriesgadas que suelen hacer los sectores públicos. Ello posibilita otras en las que desde la base anterior los capitalistas privados obtienen grandes beneficios. Por ello reiteramos que las ganancias deben repartirse en función de las aportaciones respectivas. Eso es la cooperación público-privada, lo otro la ley del embudo. El embudo que permitió (me refiero a Apple. Amazon. Facebook… ) que algunos partieran de logros públicos para alcanzar sus inmensas ganancias y, encima, evadir impuestos,

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Volvemos a Asturias como ejemplo. Lo que es más importante del tren (soluble sin grandes inversiones) es aprovechar el nuevo trazado para beneficiar a los puertos, terminando las obras de acceso que están pendientes. Incluimos aquí a la ZALIA, si, de una vez se convierte en una zona logística gestionada con mentalidad de tal.

Ahora nos preguntamos: después del AVE ¿qué? Si no nos respondemos puede ser que esta obra de 4.000 millones de euros acabe siendo, en términos de fondos públicos, una forma carísima para que algunos viajen a la capital del Reino de compras o a divertirse. Pese a ello seguiremos con las milongas de que tenemos un AVE de segunda y que seguimos discriminados en materia de infraestructuras. Aunque eso no sea una creencia, sino un trampantojo para ocultar que no sabemos vender en los mercados exteriores. La solución es fundamentarnos en la inteligencia para ser competitivos desde la economía de las ideas y de las metaideas. Ello no es una novedad, es una propuesta muy vieja. No nos remontamos a Schumpeter, vamos a ser actuales y recordar que, desde hace años, machaconamente nos lo recuerda Paul Romer (El Nobel en Economía de 2018) como principal instrumento para navegar por la singladura del crecimiento económico.

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Terminamos con otro ejemplo de Asturias: cuando estamos en los albores de una economía distribuida por todo el territorio y en la cual cualquiera pueda ir a vivir a la aldea y adaptar su Quintana para convertirla en una empresa, desde la que preste servicios de asesoramiento, de ciencias o de ingeniería, ello no es posible pues, con mentalidad medieval, el Principado ha sacado un nuevo Reglamento de Ordenación del Territorio y Urbanismo (ROTU) que impide usar el territorio rural para nuevas actividades económicas que no sean agrícolas. Ello es un ejemplo de que, sin imaginación ni temple, nunca, aunque nos cubran al territorio de casitas de chocolate, llegaremos a la nueva frontera. Solo desde el pensar, el estoicismo y la voluntad saldrá nuestro futuro. Es decir desde el alma.

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