Podría dedicar líneas y más líneas a glosar la labor de Santiago como profesor y no agotaría los elogios, pero lo que me fascinaba de ... él era otra cuestión: Santiago lograba la heroicidad de ser respetado por una veintena de adolescentes sin necesidad de levantar la voz ni tener un mal gesto. Una mirada, un silencio, una frase, le bastaban para reconducir la clase y que le prestásemos atención. De nada nos valía a los alumnos más listillos lanzarle un comentario mordaz, porque Santiago siempre tenía la socarronería lista para desenfundar. Siempre un paso por delante, siempre inteligente, su autoridad no venía ni del miedo, ni de ningún mandato legal, sino simplemente de la admiración que nos generaba. No obstante, más valía no cruzar ninguna línea roja; aún es recordado algún enfado puntual suyo en el que se cumplía aquello de 'nada temas más que la ira de un hombre tranquilo'.
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Santiago era especialmente apasionado de la filosofía durante el último mes de curso. Para esos días reservaba su ejercicio favorito: la lógica. Ahí el Santiago cercano, que era capaz de filosofar con nosotros sobre fútbol o sobre cualquier cosa que notase que nos interesaba, desaparecía, y aparecía el Santiago catedrático. Falacias, paradojas, inferencias... como si de repente saltásemos a la universidad, la búsqueda de la verdad se exponía delante de nosotros en todo su esplendor. Durante el año nos preparaba para la vida con su ejemplo, con sus chascarrillos ácidos, nos hablaba de la amistad, nos intentaba comprender... pero durante ese mes, siempre alejado de cualquier ideología política, de cualquier religión, o de cualquier otra subjetividad, nos ponía delante el arma más poderosa posible: la razón.
Descansa en paz, Santiago. Cada vez que oiga que los maestros necesitan mano dura para hacerse respetar o que las humanidades son un lastre improductivo para el sistema educativo, me acordaré de ti, y de cómo en el último mes de clase, mientras contemplábamos la primavera por la ventana y hablábamos de chopos que no lo eran a orillas del Piles, desmontarías esas falacias sin darte importancia y entre comentarios jocosos.
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