¿Quieres despedir a tu mascota? Puedes hacerlo en el nuevo canal de EL COMERCIO
GASPAR MEANA

Enemigo de mis opiniones

He cambiado de opinión sobre algunas cosas y me he sentido mejor al hacerlo. Es como si uno descubriera algo que antes ignoraba o no quería ver

Viernes, 30 de septiembre 2022, 21:40

Llevo muchos años escribiendo artículos de opinión, tal vez demasiados, y siempre me hago las mismas preguntas: ¿De qué voy a opinar hoy? ¿Le importará ... a alguien mi opinión? Pienso en algún asunto y opino. Reflexiono sobre una palabra, una cualidad o un comportamiento y opino. Escucho unas declaraciones, me entero de algún suceso extraordinario, contemplo una realidad cualquiera y opino. A veces me siento cansado de opinar y me digo, ya basta, pero de pronto se me ocurre algo y ya estoy opinando otra vez. Si releo mis antiguas opiniones aprecio los cambios. Los años pasan y uno, afortunadamente, va modificando su opinión sobre diferentes asuntos de la vida particular o colectiva. Mantengo algunas opiniones, pero hay otras que son diferentes. Tal vez en eso consista el aprendizaje: evolucionar y abandonar posiciones que no estaban bien fundamentadas o que eran producto de momentos vitales concretos o de cegueras ocasionales. Sé que cambiar de opinión está muy mal visto, porque se asocia la opinión, no a una reflexión momentánea, sino a una declaración de principios. Pues yo he cambiado de opinión sobre algunas cosas y me he sentido mejor al hacerlo. Es como si uno descubriera algo que antes ignoraba o que no quería ver. Hago mías aquellas palabras de Borges: «Quizá haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, puedo ser también enemigo de mis opiniones». Él era un hombre sabio, por eso cambiaba de opinión.

Publicidad

Etimológicamente 'opinar' tiene que ver con 'suponer', 'imaginar', 'creer' y 'juzgar'. Cualquiera de esos términos conduce a una probable modificación. Lo cierto es que nos pasamos la vida opinando sobre cosas que no nos importan, y tenemos muy buena opinión de aquello que desconocemos. Cada ser humano es portador de múltiples opiniones. Luego están los 'opinadores' mediáticos, que en los últimos años patean los platós como estrellas de cine. Ellos se llaman a sí mismos 'analistas', y ciertamente que algunos lo son. Sin embargo otros no parecen analistas de nada, sino portavoces de alguien o de algo. Éstos se distinguen bien, porque uno sabe lo que van a opinar sobre cualquier asunto antes de que abran la boca. No sorprenden nunca, son fieles a su afiliación, arriman el ascua a su sardina.

También yo alguna vez me sentí portavoz, pero ya no, porque perdí todas las afiliaciones y tengo demasiados años. A quienes escribimos opiniones nos gusta adornarlas con citas, aforismos o sentencias solemnes (acabo de hacerlo citando a Borges), porque pensamos que así arropamos de autoridad nuestros argumentos. No son frases que recordemos siquiera, las buscamos a propósito y las colocamos para adornarnos de sutileza intelectual. A medida que pasan los años uno necesita menos de esas citas. Es como si el brillo de la vanidad se hubiera convertido en el polvo de la tolerancia.

La opinión de los demás acerca de lo que sucede a nuestro alrededor es importante. Nos ayuda a comprender mejor el entorno, la sociedad e, incluso, a nosotros mismos. Las opiniones de los otros pueden aportar información, pero también pueden desinformar. Por eso es importante la estima o la valoración que tengamos de quien opina, su independencia, su sinceridad. Si quien opina no es estimable deja de ayudar. Y no es bueno acostumbrarse a funcionar en función de las opiniones de otros, porque eso puede paralizar la necesaria toma de decisiones propias, lo que sin duda acarreará un malestar emocional. Las opiniones de los demás deben servir para orientarse hacia la construcción de un criterio propio. Por eso es bueno escuchar no solo aquellas opiniones que sabemos que están más acordes con nuestro pensamiento. Por eso es tan importante que en el proceso educativo se pongan una y otra vez a prueba los propios criterios y se aprenda a argumentar y a escuchar otros argumentos. Se trata de contrastar la opinión con la realidad y valorar el acierto y el error y decidir el posible cambio.

Publicidad

La validez de nuestras opiniones no puede venir determinada por nuestro nombre, nuestro currículo o nuestro mayor o menor prestigio, sino por la solidez argumental, por el correcto planteamiento de las premisas. Nunca por los exabruptos sensacionalistas o las citas ocurrentes, sino por el análisis ajustado, sincero e independiente de la realidad, aunque este análisis vaya, incluso, en contra de nuestra antiguas opiniones.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

1 año por solo 16€

Publicidad