Entornos del botellón
Hay factores que inciden en el comportamiento incívico de algunos jóvenes en las noches del fin de semana, que forman parte de esta sociedad del desencanto en la que vivimos y que, por supuesto, no se solucionan con medidas policiales
Los fines de semana se suceden reuniones multitudinarias de jóvenes que se juntan para tomar unos tragos, consumir drogas, conocer gente y divertirse. Lo mismo ... que se hace en los bares de copas, pero el ocio nocturno se desplaza a espacios abiertos: jardines, plazas, playas, etcétera. El problema no son las reuniones en sí, sino que la fiesta termina con destrozos de mobiliario urbano, algunos –recalco 'algunos'– de los asistentes cometen actos vandálicos, han sucedido agresiones sexuales y el lugar termina rebosado de basura y con las restricciones impuestas durante la pandemia, a mamporros con la Policía.
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El fenómeno del botellón deviene en problema porque tiene entornos sociopolíticos complejos que hay que 'destilar'. El recorrido del botellón va más allá de ser un invento alternativo de los jóvenes, que prescinden de consumir en los bares porque el precio de las copas es de escándalo. Hay factores que inciden en el comportamiento incívico de algunos jóvenes en las noches del fin de semana que forman parte de esta sociedad del desencanto en la que vivimos y que, por supuesto, no se solucionan con medidas policiales, sino que demandan una intervención de las administraciones porque el conflicto se está yendo de las manos.
En primer lugar, la juventud en España vive con sus padres hasta edades muy tardías, es difícil acceder a una vivienda si no trabajas y, aún haciéndolo, muchos tienen empleos tan precarios que no les llega el sueldo para independizarse. El desempleo y la falta de expectativas representan una auténtica hecatombe existencial. El Estado del Bienestar se ha ido degradando y los jóvenes, aunque han crecido bajo su paraguas, asisten a su declive. Estos mimbres generan individuos inestables y vulnerables que se encuentran desorientados porque instituciones como la familia, la escuela, el instituto, los partidos, los sindicatos, etcétera, han perdido su poder de regulación social. Los individuos están zombificados por las pantallas y encerrados en cuartos conectados durante la semana. Cuando salen a divertirse se integran en lo que Bauman denominaba 'comunidades de guardarropa', que duran lo que dura el evento al que asisten: el botellón. Y suelen buscar la integración comunitaria en redes sociales o en grupos radicales y agresivos que aprovechan estas reuniones multitudinarias para hostigar y asestar golpes al estilo de vida, a la tranquilidad y al derecho al descanso que reclama una parte de la población víctima de los ruidos y disturbios que generan estos encuentros.
En el botellón se busca evasión, escapar del peso de la responsabilidad, de las frustraciones de la vida cotidiana. Algunos se convierten, bajo los efectos del alcohol y otras drogas, en una masa pastueña que actúa por mimetismo y si hay bronca se unen a ella.
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En segundo lugar, muchos jóvenes ya no creen en la idea de progreso que vertebró nuestras sociedades durante años. Los jóvenes, o mejor dicho una parte de ellos, carecen de utopías, el ascensor social se esfumó y se encuentran excluidos, desafiliados, sin perspectivas de futuro. La democracia se convierte en una cáscara vacía que genera desilusión, desencanto y descrédito de las instituciones políticas. Perciben un discurso político muy alejado de sus preocupaciones. Saben que cuando se integren en el mundo del trabajo, les quedará una vida laboral tan corta que va a ser imposible completar la contribución a la Seguridad Social que se exige para poder disfrutar de una jubilación digna. Estos entornos de no futuro generan nihilismo y anomia social que se traducen en malestar y vacío.
Estas explosiones de furia y los suicidios deben preocuparnos. Fallan muchas cosas cuando una sociedad no ofrece futuro y solo comodidades chatas. Nos hemos cargado el mito del progreso y con él se evapora la esperanza, que no se arregla con 400 euros para gastar en cultura. ¿Qué cultura se ofrece a estos jóvenes deshilachados? ¿Qué tipo de ocio que no sea consumista? ¿Qué alternativas de autonomía, de proyectos y seguridad se brindan a la juventud para transitar hacia una vida adulta equilibrada?
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