Las novelas son ficción, así que una novela está llena de mentiras, pero a través de esas mentiras el novelista intenta descubrir alguna de las ... verdades de la condición humana y del mundo. Una novela es un espejo que se pasea por un gran camino, decía Stendhal, uno de los novelistas grandes. Espejos perennes, ni grandes ni pequeños, únicamente suficientes, reflejando caminos sin principio ni fin, como el mundo, sin alfas ni omegas, caminos permeables para espejos devotos. Hay quien dice que la novela se muere, que ya no interesa porque lo que la novela nos dice vienen a decirlo mejor y de forma más inmediata otras formas de expresión relacionadas con las nuevas tecnologías. Quienes tal cosa afirman confunden la novela con los prospectos de los medicamentos o con las hojas parroquiales. Para qué escribes novelas, si la novela está muerta, le decían a Carlos Fuentes en 1954 cuando decidió escribir su primera novela. La publicó cuatro años después, pero mientras él la escribía se publicaron, nada más y nada menos, que 'Pedro Páramo', 'La hojarasca', 'Lolita', 'La última tentación de Cristo', 'Doctor Zhivago' o 'La ciudad', por citar sólo algunas de las más conocidas.
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De la muerte de la novela se habla desde antes incluso de que existiera. Ya en el siglo II, cuando Apuleyo publicó su 'Asno de oro', obra alegórica y satírica, se andaban poniendo en entredicho las novelas fantásticas y de aventuras, iniciadas (si bien bajo el envoltorio de poemas épicos) por aquel Homero de los ojos torpes y la mente retorcida. La novela nace para entretener y, al mismo tiempo, ridiculizar, denunciar, ensalzar, formar o informar. Cada novela, de alguna manera, va camino de su Ítaca definitiva y particular, porque escribir (y por lo tanto leer) es como buscar el origen, como viajar a lo originario para aprender a volar.
Vuelve a escribirse, y ahora tal vez con fuerza mayor, sobre la posible muerte de la novela, sobre su incurable enfermedad. Pero los espejos se multiplican en una resurrección continua de palabras que se juntan, para construir imágenes que conformen historias que expliquen vidas que parezcan posibles y susciten asombro y renueven los conocimientos de la condición humana y los caminos de la esperanza. La novela está viva porque el ser humano, dueño de los sueños y de las palabras, está vivo.
Lo que la novela dice no puede ser dicho de otra manera. Con el vértigo astral de las actuales maneras de comunicar, con el imperio del mundo de las imágenes ocupándolo todo, con los millones de titulares asomándose porfiados por ranuras invisibles, ya se apresuran de nuevo los buitres de los análisis a anunciar la muerte de la novela. Sí que hay novelas, dicen ellos, pero no explican el mundo. Ellos no saben que la novela nunca pretende explicar el mundo, sino añadir algo a ese mundo inexplicable, entregarle al lector un trozo pequeño de realidad que antes no tenía. Como decía Carlos Fuentes, la novela crea complementos verbales del mundo.
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Hace un siglo y medio, una muchedumbre se reunía en los muelles de Nueva York esperando ansiosa la llegada de la última entrega de las historias de Dickens. ¿Pero acaso no ocurre ahora lo mismo con autores grandes como Salman Rushdie, Paul Auster, Kundera, Eduardo Mendoza, Margaret Atwood, Julián Barnes o Orhan Pamuk? Claro que sí. Ocurre con estos citados y con otros muchos a lo largo y ancho de este mundo. Quienes anuncian la muerte de la novela no leen novelas. Hay millones de lectores de novelas en todo el mundo, millones de seres humanos que además de leer novelas disfrutan de las series televisivas (ésas que supuestamente sustituirán a la novela), buscan las buenas películas o se entretienen con los videojuegos. Al igual que nada sustituyó a la pintura o al teatro, nada sustituirá a la novela.
La novela es un género inagotable y está más viva que nunca. Decía Paul Auster, en una entrevista de 2003 ('The Paris Review') que la novela es el único lugar del mundo en el que dos extraños se pueden sentir en condiciones de absoluta intimidad. El lector y el escritor construyen juntos el libro. El neoyorkino asegura que ninguna otra expresión artística es capaz de captar la introspección esencial del ser humano como lo hace la novela.
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