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La gran milonga energética

Miércoles, 27 de julio 2022, 21:50

Como todo el mundo sabe una milonga es, además de una composición folclórica argentina, un engaño, un cuento. Se le puede llamar también trola, patraña, ... bola, tangue, embauque, embeleso, macana, chamuyo…En el castellano universal callejero hay múltiples formas de expresar lo que viene a ser la tomadura de pelo de toda la vida, el ancestral hábito de reírse de uno en su propia jeta. El caso es que vivimos tiempos de milongas, las tenemos a granel; unas más elaboradas, y otras a pelo, sin digestivo que las suavice. Cualquier lugar del mundo, con independencia de idiomas o dialectos, tiene una jerga propia para referirse a cuando a uno lo tratan de tomar por tonto. Desde la más recóndita aldea amazónica hasta el más sofisticado despacho profesional urbano, la milonga es un arte transcontinental que el 'homo trolerins' maneja sin piedad.

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Nuestra actual sociedad parece estar sufriendo un segundo Siglo de Oro en esto de las trolas; las hay por doquier, a nivel local, regional, nacional, y global. Ayudados por la tecnología, más una creciente desinformación (o despreocupación) derivada en candidez, esto se ha ido transformando en un pequeño patio de contubernios, paraíso del digo una cosa, luego hago otra, y aquí no ha pasado nada; ya se olvidará, dejemos enfriar el chanchullo. El caso es que salimos a patraña diaria, no hay respiro.

No obstante, entre todas las milongas hay una que se lleva el premio, y ésta no es otra que la energética. En un mundo en el que impera una visión de las cosas cada vez más a corto plazo, la veo como la madre de todos los elaborados contubernios. Empezaron por hacernos creer que vivíamos en un mundo seguro, equilibrado y con contrapesos suficientes para evitar cualquier desorden global; nos vendieron el espejismo de la cooperación y la interdependencia mundial, el mágico equilibrio de fuerzas que se ha tornado en el cuento de la lechera. Hace pocos meses dediqué una elogiosa columna a Ángela Merkel que ahora veo que me podía haber ahorrado. Supongo que frau Merkel, tras dejar con las nalgas al aire a sus compatriotas alemanes vía gasoducto, y de paso al resto de europeos, estará ahora felizmente jubilada, viendo desde la distancia la situación que nos asola.

Embelesados por el conveniente atajo de la globalidad, hemos dejado nuestro presente energético en manos de peligrosas autocracias. Se nos hizo creer que el sempiterno bienestar europeo iba a venir servido en bandeja por regímenes totalitarios, liderados por sátrapas forrados que van por libre. Vamos, que lo del CO2 nos lo iban a arreglar todos éstos por nuestra cara bonita. Nos largaron el «To er mundo e güeno» de Summers, y nosotros gustosamente lo compramos. Y ahora esos lobos nos los ponen de corbata mientras les seguimos pagando un porrón de euros cada día para poder sobrevivir, y mantener nuestro hedonista, artificial patio de recreo continental con lucecitas de neón y cimientos de papel.

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Me resulta difícil creer que el batacazo europeo en la hoja de ruta medioambiental sea un simple error de cálculo, y no se haya visto venir. Apostaría que algunos informes ha de haber por ahí, olvidados en archivadores bajo llave, recelando o alarmando de los riesgos que conlleva la dependencia energética de países históricamente convulsos, dictatoriales y, como poco, opacos. Documentos quizás redactados por funcionarios rigurosos, brillantes analistas que manejan series de datos en lugar de slogans, frías estadísticas frente a seductoras infografías, cálculos por encima de conveniencias. Previsiones redactadas por técnicos a los que habrán silenciado, o quizás confinado en tristes oficinas escasas de ventanas, ninguneados por aguafiestas y por andar dando la matraca con su dichosa visión estratégica.

Mientras tanto, los abanderados de la progresía energética a toda costa nos cierran instalaciones por decreto, y rehúsan reconocer el gran error y reabrir lo clausurado, nuestros diques de defensa. Porque toca defenderse ¿O todavía no? Estamos leyendo cada día opiniones bien fundamentadas de gente muy preparada, desmontando el espejismo energético, la última hace unos domingos en este periódico. Al tiempo, ataviados con batas blancas que no les corresponden ni por formación, ni por conocimientos o experiencia (un poco de pudor, por favor), nuestros dirigentes nos adormecen con mensajes eco-friendly, huyendo hacia adelante mientras nos abrasan a golpe de facturas. Está clara la obligación de ir hacia energías más limpias, nadie discute esto; mas no así, a ciegas y dejando al país con el pecho descubierto.

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Cualquier otra milonga, tangue, trola, o como quieran ustedes llamarla, se queda en un inocente juego de niños, comparada con ésta. Menuda moto sin ruedas, esto de la transición energética, menudo salto al vacío, y vaya la que, al parecer, nos espera.

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