Gulag animal
Algunos dirán que somos muchos millones de personas en el mundo a los que hay que alimentar y que no podemos vivir sin aniquilar otras vidas, pero sí son posibles otras vías para minimizar el daño que causamos a los pobres animales
Ante la controversia política y la polvareda mediática que han levantado las declaraciones del ministro de Consumo, sobre la mala calidad de la carne procedente ... de macrogranjas, debemos hacer una reflexión sobre las condiciones de sufrimiento, maltrato y explotación a la que sometemos a nuestros compañeros sintientes de la Pachamama (madre Tierra): los animales que usamos para el consumo humano. Me parece una verdadera piedra de toque, aparte de consideraciones morales, aunque solo sea atendiendo a una visión antropocéntrica, porque es muy probable que la próxima pandemia -según científicos expertos- puede provenir de un proceso de zoonosis que se produzca en estas macrogranjas, en las que las enfermedades se pueden expandir rápidamente porque los animales no pueden moverse y se encuentran hacinados. De hecho, la pandemia que se esperaba como letal no era la del Covid 19, que se adelantó, sino la proveniente de alguna de estas macrogranjas. La FAO reconoce que alrededor del 75% de las enfermedades humanas epidémicas tienen su origen en las condiciones en las que se crían estos animales.
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Para entrar en harina les recomiendo ver el documental 'Pig Business', de Tom Garrett. Se les erizarán los pelos cuando perciban las condiciones en que malviven pollos, cerdos y vacas en estas macrogranjas del agronegocio. Más que nada porque ustedes, al igual que yo, cuando comemos, por ejemplo un filete, no vemos el grado de sufrimiento al que se ha sometido al animal del que extraemos su deliciosa carne. Afortunadamente ya nadie cree a estas alturas que los animales son -como decía Descartes en el siglo XVII- semejantes a una máquina y no son capaces de sentir placer, dolor o sensaciones como nosotros, sino que todos los animales dotados de sistema nervioso central tienen capacidad de sufrimiento y problemas psicológicos parecidos a los nuestros. Sin embargo, la forma de producir carne en estos 'gulag' sigue tratándolos como si fuesen meras máquinas de producción cárnica. Las gallinas para la producción de huevos están encerradas en jaulas en batería dentro de inmensas naves, en las que carecen de un mínimo espacio vital y se les corta el pico para que no puedan elegir el tipo de grano que comen. El suelo de la jaula suele ser un enrejado de alambres que martiriza sus patas produciéndolas úlceras y respiran el amónico de sus propios excrementos que daña sus pulmones. Los cerdos permanecen hacinados y con una única actividad, comer y dormir, sienten nerviosismo porque no pueden desarrollar sus propios instintos animales. Se los medica con tranquilizantes y antibióticos para evitar infecciones y enfermedades y, sobre todo, para que puedan sobrevivir en unas condiciones infrahumanas hasta que llegan al matadero. Igual suerte corren las vacas y terneros, que se alimentaron con desechos de otros animales y produjeron lo que se denominó la 'enfermedad de las vacas locas'; a los que se inoculan hormonas para que produzcan más carne en menos tiempo. Todo ello conlleva el desarrollo de bacterias y virus cada vez más resistentes y que pueden pasar a la cadena alimentaria.
Dicho esto, ¿alguien sensato se puede extrañar de que el ministro Garzón comentara que esta carne es de mala calidad? Algunos dirán que somos muchos millones de personas en el mundo a los que hay que alimentar y que no podemos vivir sin aniquilar otras vidas, al menos vegetales, pero sí son posibles otras vías para minimizar el daño y devastación que causamos a los pobres animales. De hecho, este tipo de agronegocio, ¿a quién beneficia?Desde luego que a los pequeños y medianos ganaderos, no. Estos se están movilizando contra el aumento de los precios del alimento de los animales y la energía, por el descenso del precio de sus productos y su consiguiente empobrecimiento. Por lo tanto, no hay que hacer un uso político torticero de sus declaraciones, sino situarlas en el contexto de una crítica a un modelo de negocio mundial, en el que unas pocas empresas, convertidas en oligopolios, controlan todo el proceso de producción cárnica, que acaban con los pequeños productores y afecta a la salud de las personas, los animales y cómo no, contaminan el medio ambiente.
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