La frase la atribuye Plinio el viejo al pintor griego Apeles: 'Nulla die sine linea', ningún día sin una línea. Parafraseando a Apeles podríamos decir ... que «No hay día sin artículos sobre la cooficialidad». Podría pensarse que, después de tantas reflexiones y comentarios, el tema de la cooficialidad estaría meridianamente claro para todos. Pues no es así. A ciencia cierta no se sabe o no se dice las repercusiones administrativas y educativas que implicaría, la aprobación de la cooficialidad en el próximo Estatuto de Autonomía. Y para oscurecer más el asunto, leemos en EL COMERCIO del jueves que el presidente Barbón, adalid de la cooficialidad en el Estatuto, dice que «jamás» habrá formación bilingüe en asturiano. «El PSOE jamás lo aceptaría. Si alguien pretende una oficialidad basada en eso, que no cuente con nosotros».
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El bueno de Sean Connery afirmó en su día que nunca jamás volvería a interpretar a James Bond. Veinte años después, volvió al papel de 007 con 'Nunca digas nunca jamás'.
Como Barbón debe ser hombre de palabra, su 'jamás' al asturiano como lengua vehicular en la enseñanza nos tiene un tanto sorprendido, aunque ya sabemos lo que dura un jamás en boca de un político.
Puede ser que Barbón crea en la 'cooficialidad descafeinada', libre de ataduras maximalistas educativas
¿Recula Barbón con la cooficialidad del asturiano? ¿Intenta enfriar los ánimos en un asunto que indudablemente divide a la sociedad asturiana? ¿Hay voces silenciosas pero discrepantes en el seno de su propio partido contra la anunciada cooficialidad? ¿Oye Barbón tambores de referéndum y trata de quitar a la cooficialidad algunos aspectos más controvertidos, para introducirla de tapadillo?
También puede ser que Barbón crea en esa 'cooficialidad descafeinada' libre de ataduras maximalistas educativas. El asturiano se aplicaría a las pancartas, a los saludos en los teatros y a algunos consejos como los de utilizar 'el xel hidroalcohólicu' en el Teatro Jovellanos.
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Para eso, podríamos tener la fiesta en paz y seguir como estábamos. Y si Barbón propone aprobar la cooficialidad, que se haga con todas sus consecuencias, y que sepamos a qué atenernos.
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